Un joven aventurero sigue sus sueños hacia la selva del Amazonas con dos amigos y un guía de misterioso pasado. Su viaje pronto se convierte en un aterrador calvario, a medida que las amenazas más mortíferas de la jungla llevan a una lucha total por sobrevivir.
Con la naturaleza no se jode. Es un claro ejemplo que durante el último tiempo parece recordarnos el cine. Into The Wild, 127 Hours, Wild, The Revenant, todas tienen un hilo en común y es la fragilidad de la humanidad ante el enorme desafío que presenta la naturaleza en su estado más indómito. El australiano Greg McLean (la durísima Wolf Creek y la escabrosamente entretenida Rogue) toma como posta la segunda parte de la carrera del ex-Harry Potter Daniel Radcliffe y se adentra en la selva amazónica boliviana, no sin tropezar un par de veces con las raíces de su propia historia, pero encontrando el espíritu humano de supervivencia que tanto necesitan propuestas como la presente.
Se basa en la historia real de Yossi Ghinsberg -dato que puede ser considerado un semi-spoiler-, quien a sus frescos 21 años se encontró con su fortaleza puesta a prueba al perderse en la frondosa jungla del título. Jungle comienza con una narración demasiado idealista en donde el protagonista -Radcliffe, con un loable pero algo cuestionable acento israelí- se despega de cuestiones materiales y se decide a viajar por el mundo. En su camino se cruzan dos turistas –Alex Russell y Joel Jackson– y un guía austríaco -el siempre secundario Thomas Kretschmann-, con el último que les promete llevarlos a hermosos parajes que los deslumbrarán. Todo se va cuesta abajo en los próximos minutos, pero no rápido como uno pensaría.
Uno de los mayores problemas de Jungle es su falta de ritmo. Hay momentos que sencillamente se sienten de más, aquellos insertados para crear tensión están bien utilizados pero tardan tiempo en llegar, y durante todos esos tramos el guión de Justin Monjo no se esfuerza en profundizar las relaciones humanas entre el cuarteto viajero mas allá de los justo y necesario para desplegar las dotes actorales de Radcliffe. Una historia de supervivencia nunca debe ser aburrida, y Jungle puede poner a bostezar a unos cuantos en ciertos pasajes. Lo cual es una lástima, ya que cuando se activan los resortes de la soledad y la paranoia el film encuentra su mayor virtud, instancias donde la violencia y la virulencia de algunos actos se acompañan perfectamente con una interpretación entregada de parte del otrora niño mago, quien vuelve a probar que tiene pasta para otros proyectos.
A pesar de que no van a ver a Yossi saltando de un precipicio montado a caballo -te estoy mirando a vos, Alejandro González-Iñárritu-, Jungle tiene sus mejores momentos al probar física y psicológicamente a su protagonista. Es una lástima que no logre generar más que unas muecas de disgusto y horror al presenciar ciertas escenas que van a desaparecer de la mente colectiva en unas semanas, pero es una historia que vale la pena contar y ver para creer, más como medida cautelar turística que como historia asombrosa de supervivencia.
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