Narra la historia del ex capitán John Carter, quien inexplicablemente es transportado hasta Marte donde se verá inmerso en un conflicto de proporciones épicas con los habitantes del planeta. En un mundo al borde del colapso, Carter redescubrirá su humanidad al advertir que la supervivencia de Barsoom y su gente está en sus manos.
Disney y el Planeta rojo no se llevan bien, ya se lo había comprobado hace casi un año con el estreno de Mars needs moms, aquel fracaso de dimensiones épicas que supuso cuantiosas pérdidas para el estudio. No es que John Carter corra de forma obligada su misma suerte, pero no es difícil tomar consciencia de que hay preocupación en torno a sus resultados en la taquilla. Al ser un lanzamiento mundial en simultáneo, su presentación llega despojada de cifras previas que anticipen su fortuna, no obstante la gran campaña de difusión montada a su alrededor dice más de lo que a la compañía le gustaría admitir. Que la película «está condenada», que necesita recaudar 400 millones de dólares solo para quedar a mano, que será la Waterworld de la década, mucho se ha volcado en torno a esta super-producción, menos por lo que respecta a sus méritos que al morbo masivo por ver a los gigantes tropezar.
«¿Tu eres John Carter de la Tierra?». Basada en la primera de las novelas de Edgar Rice Burroughs dentro de la serie marciana, la historia cuenta la llegada del personaje del título a Marte, en donde se convierte en la única posibilidad de salvación de sus habitantes gracias a su fuerza sobrehumana y su capacidad de saltar grandes distancias. Dos notorias falencias se imponen por sobre cualquier aspecto destacable del proyecto y lo ponen de rodillas. La primera corresponde a un Taylor Kitsch todavía algo verde como para hacerse cargo de semejante rol protagónico, algo que se ve irremediablemente vinculado al segundo problema, el del guión. Cuesta entender como del trabajo conjunto entre el director ganador de dos Oscar Andrew Stanton, guionista de Toy Story y su secuela, y Michael Chabon, acreedor de un Premio Pulitzer, pueda resultar un producto tan limitado. Un eterno retorno sobre los mismos temas, una tendencia a la sobreexplicación y, por encima de todo, diálogos completamente mecanizados, la trillada frase que da comienzo al párrafo es solo un ejemplo, se combinan para ofrecer un somnífero fruto difícil de digerir.
Por supuesto que es necesario resaltar el espectáculo visual que el film propone, en un adecuado uso de los exagerados 250 millones a disposición. En los saltos de su protagonista o en sus numerosos combates se da cuenta de una importante labor en materia de efectos, con secuencias que, de tan logradas, parecen naturales. Por otro lado el gran elenco de secundarios, muchos de ellos enmascarados con el digital aunque realzando a un Mark Strong cuya enigmática figura se vuelve una presencia cada vez más grande en el cine, es un elemento que sin duda favorece a una película que combina ciencia ficción, western y comedia, no siempre de la mejor forma.
El cuidado con que se transpone la obra original, con especial atención en la creación de otro mundo, a los personajes y sus detalles, vuelve evidente la influencia que la obra del escritor tuvo en el futuro del género, desde muchos superhéroes hasta la saga Star Wars creada por George Lucas. La pobreza de su guión puede llevar a pensar lo contrario, pero lo cierto es que las aventuras del héroe espacial han sido fundamentales para el desarrollo de figuras hoy ampliamente reconocidas. Los logros de esta demorada adaptación contrastan duramente con el sabor agridulce de su resultado. Mejor suerte con La Luna…
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