Crítica de Jobs

La película intenta arrojar luz sobre los momentos decisivos de la vida del co-fundador de Apple, sus motivaciones y las personas que estuvieron con él en todo momento. Abarca desde sus primeros años como un joven hippie rebelde, hasta el momento en el que se propuso cambiar el mundo.

iSteve

El trabajo sobre el guión de Jobs comenzó tiempo antes de la muerte del co-fundador de Apple pero, si bien lo sucedido en octubre del 2011 no es representado en la película –de hecho lo retratado llega hasta una década antes del fallecimiento-, esto supone un terrible lastre para lo que el escritor Matt Whiteley acabó por entregar. Lo que ocurre es que el planteo primigenio al pensar una biopic, es decir si se elige hablar de la persona o del mito, inevitablemente se resuelve en favor de lo segundo, lo que impide que el film de Joshua Michael Stern tenga vuelo propio por fuera de la estampa audiovisual en la que resulta.

Quien se ha decidido a comprar uno de los productos de la compañía que ha vuelto a ser «cool» hoy tiene una duda básica que resolver antes del pago: ¿blanco o negro? El director y su guionista parecen preguntarse lo mismo al pensar en el visionario Steve Jobs, lo que cierra la puerta a las muchas tonalidades de gris que su figura comporta. Como va a ocurrir con toda película centrada en un genio informático, va a ser difícil no establecer paralelos con la cercana The Social Network de David Fincher, que si bien transcurre en un período menor de tiempo que al que Jobs aspira, hace de su enfoque algo todavía más acotado en favor de lo cinematográfico. El que mucho abarca poco aprieta se dice habitualmente, refrán que ejemplifica lo que ocurre con la búsqueda de la película de Joshua Michael Stern. Es que una revisión sobre las tres décadas de actividad de su protagonista ofrece inagotable material como para ser tratado en forma apropiada, especialmente cuando se sufre de la parálisis de la cita.

Steve Jobs es aquí un monumento. Su creatividad es innegable y su vida es a todas luces muy interesante, no obstante en la elección del mito sobre el hombre hay muchos conflictos que se pierden. Whiteley se encarga de señalar las grietas de su persona –su relación con su novia de la universidad y con la hija que rechaza, el cuestionable olvido de sus compañeros de ruta, el abandono sufrido por sus padres biológicos- para luego pulirlas en el acabado de la efigie. El problema asoma y luego se lo ignora, lo que importa es Apple, Next, Macintosh, básicamente iSteve.

A pesar del amontonamiento de viñetas biográficas y citas, la película logra mantener un buen ritmo y hasta se permite jugar en terrenos cómicos con buenos resultados. Con una vida tan sobresaliente, es difícil que la historia de uno de los genios del último siglo resulte tediosa; hay demasiado para contar como para que la película se caiga de forma completa. Es en lo que se refiere a la canalización de un espíritu de época donde Jobs logra destacarse, algo que se nota bien al principio con rabiosos planos fugaces y luminosos. El paso de las tres décadas a través de los ojos de pioneros de la informática sin duda es llamativo y la caracterización de cada uno de los personajes es acertada.

Ashton Kutcher, seleccionado por su condición de «estrella» para un film independiente aunque guarde un parecido físico con el personaje, ofrece una de las mejores interpretaciones dentro de una carrera en cine que no ha logrado salir de la medianía. Por decisiones creativas el peso de la película recae sobre sus hombros y está en condiciones de soportarlo por fuera de ciertos deslices hacia un terreno over the top. Necesita, desde luego, estar rodeado de otros como Josh Gad y Dermot Mulroney que logran acompañarlo con solidez, sin embargo el poco acertado criterio de los realizadores los aparta de a poco en pos de lo que resulta ser un retrato superficial de una figura repleta de complejidades.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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