Crítica de Insurgent

Tris y Cuatro son ahora fugitivos perseguidos por Jeanine, la líder de los Eruditos. Atormentada por las elecciones de su pasado pero desesperada por proteger a los que ama, enfrentará un reto tras otro para desbloquear la verdad de su pasado y el futuro de su mundo.

Divergent fue el inicio de una saga que se parecía a muchas otras y no tenía muchas virtudes de por medio, exceptuando el carisma de Shailene Woodley como su protagonista. Basada en la trilogía de novelas de Veronica Roth, tiene demasiados lugares comunes del género fantástico que tantas reversiones ha tenido estos años con The Hunger Games y la reciente The Maze Runner que es difícil engancharse con la propuesta cuando apenas tiene ápices de genialidad desperdigados por su trama. Eso, y que se recurra a hacer cuatro películas de tres libros, dividiendo el último en dos partes, movimiento que puede resultar todo un éxito –Harry Potter– o un fracaso atroz –Twilight-. De cualquier manera, la separación final es un fastidio para el espectador asiduo de la saga, y para el público pasajero un tedio absoluto, y si a esto se le suma el aditivo del inservible 3D del que ya casi nos habíamos librado, las expectativas generadas son prácticamente nulas.

Pero a pesar de tener casi todo en contra, Insurgent sobrevive al escarnio público al generar un interés mínimo por la historia de Tris y sus renegados amigos, y la guerra civil a punto de estallar en esa ciudad derruida que es el último bastión de la humanidad. La secuela está más orientada a la acción, el trauma por el que atraviesa la profética protagonista se siente real gracias al talento joven de Woodley, y el relleno secundario con grandes nombres funciona para sostener la atención durante las dos horas que dura este nuevo viaje postapocalíptico. Entiendo que no es nada fácil comprar una nueva saga que parece no terminar nunca y vivir una y otra vez el complejo mesiánico de ser el Elegido para salvar a la humanidad, pero si en la primera parte era cansina la sociedad utópica en la que la gente estaba dividida en facciones y los que eran diferentes no cabían en ella, en esta segunda parte las reglas se tiran por la ventana y hay focos de rebelión y desconfianza en cada rincón y esquina.

Tris y su amado Cuatro -el adusto y serio Theo James, que ni corta ni pincha en la historia- están en pleno escape de las fuerzas que los persiguen, en especial la Erudita Jeanine, la villana más edulcorada de la historia del cine en la piel de una Kate Winslet que se la pasa de maravillas sabiendo lo divertido que es estar en una saga juvenil. Hay un sentimiento de cambio en la saga y se debe al volantazo que pegaron desde la producción. Neil Burger no pudo retornar a la saga por conflictos con la terminación de la primera entrega -todas las películas se estrenarán con un año de diferencia entre ellas- y su lugar lo tomó Robert Schwentke, mientras que también hubo un reseteo de los guionistas y ninguno del anterior equipo volvió. Junto al novato Brian Duffield se encuentra la leyenda de Hollywood Akiva Goldsman y Mark Bomback, dos muchachos que saben cómo hacer funcionar un blockbuster, cómo transladar una historia de tinta a una pantalla grande. Los más afectados de este cambio serán los fanáticos, ya que aparentemente ciertos aspectos de la historia están completamente inventados, todo a partir de la inclusión de un objeto, una caja misteriosa que será el epicentro de la trama.

Anteriormente, mi mayor preocupación al abordar la saga era que a Shailene no se la veía cómoda en su papel de heroína rebelde. Un año después y un corte de pelo de por medio, Tris se calza ropa ajustada y cualquier arma que tenga de por medio para librarse de la amenaza que se cierne sobre lo que resta de la humanidad. Tiene sus problemas en el camino, se la ve más determinada que de costumbre, y en algunas escenas dramáticas deja brillar a la genial actriz que tiene dentro. Sigue dando pena que se le de tanta importancia al romance de turno, tecla que sigue fallando ya que Woodley y James no tienen la química al estilo Romeo y Julieta a la que apunta, ni nunca la tendrá. Grandes actrices como Octavia Spencer y Naomi Watts se suben al carro de la fantasía adolescente, en pequeños papeles que no aportan demasiado -pero con oportunidades a expandirse en futuras secuelas- y que tampoco lastiman a la trama en general, ya que son caras conocidas ya fogueadas en el medio.

Si gustó la primera entrega, Insurgent gustará aún más. Si te dejó indiferente, ésta quizás lo haga también, pero entrar con cero expectativas quizás hace que valga la pena. Lo que no se puede negar es el brillo de la estrella que irradia Shailene Woodley, que demuestra que está más allá de toda crítica posible con su candor.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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