Crítica de Il Barbiere di Siviglia / El Barbero de Sevilla

Rossina es una bella muchacha rica y huérfana, a quien su tutor don Bartolo mantiene encerrada con la esperanza de lograr que se case con él. Ella está enamorada del joven conde de Almaviva, a quien se mira con simpatía en la barbería de Fígaro, el cual procurará favorecer su amor.

Il Barbiere di Siviglia

The Other Screen es la primera distribuidora de contenido digital no tradicional en HD en las salas de Latinoamérica. Su ciclo Ópera y Ballet en Cines se trata de un registro fílmico de diferentes producciones artísticas que tuvieron lugar en los teatros más importantes del mundo. Algunos días atrás fue el turno de Cosi fan tutte, con música de Mozart, y en esta nueva oportunidad acerca Il Barbiere di Siviglia (El Barbero de Sevilla), ópera bufa en dos actos de Gioacchino Rossini, con la conducción de Gianluigi Gelmetti en el Teatro Real de Madrid.

Para quienes incursionan en la ópera, como el autor de estas líneas, resulta una propuesta ideal, ya que no sólo se trata de buena música y una lograda puesta en escena, sino que además es una obra ágil que supone un gran entretenimiento. Los artistas deslumbran con sus interpretaciones, siendo quien sobresale frente al resto el tenor oriundo de Perú, Juan Diego Flórez. Su conde de Almaviva se hace notar desde un primer momento y crece en calidad con cada nueva intervención, algo que corona con la interpretación, emocionado hasta las lágrimas, del aria Cessa di piu resistere la cual corta la respiración. Basta ver la cara de Pietro Spagnoli, cuyo personaje da título a la ópera, ante la ovación que recibe durante el saludo final, cuando segundos atrás el teatro se caía en aplausos hacia el tenor peruano.

Más allá de la enorme calidad del espectáculo, se trata de una ópera filmada (esa es la razón por la que estoy hablando de ella) y en ese aspecto se encuentran ciertos inconvenientes. Hay descuidos a la hora de la grabación y algunas elecciones de planos fallidas, aunque no por ello se deje de disfrutar la obra. No se trata de un evento musical cualquiera, en el que si se hace foco sobre alguno de los intérpretes se sabe que los otros siguen con su trabajo de la misma forma, sino que hay numerosas acciones sobre el escenario que inevitablemente se pierden cada vez que hay un acercamiento. Personajes que aparecen en el fondo y no se terminan de apreciar o simplemente aspectos de continuidad (Bartolo está sentado cuando un segundo antes estaba parado, el Barbero repentinamente aparece arriba de una columna y demás) que producen algunas molestias. No es tampoco que se dejó la cámara prendida y sólo se revisó para ver si estaba grabando, en efecto hay un equipo siguiendo el desarrollo para tratar de capturarla lo mejor posible. Lo que sí no hay, o al menos parece no haberlo, es un reacomodo de la ópera a las necesidades de la lente, sino que se la ejecuta como siempre y los otros tienen que adaptarse a ella. Que se cruce la gente por delante de la cámara en el saludo final, tapando todo el cuadro como si se tratara de una película grabada del cine es la prueba más firme de esto. A ello se sumó, al menos en esta proyección, un subtitulado no del todo feliz, con algunos usos demasiado literales del italiano, con fragmentos como en el final del primer acto en los que brilla por su ausencia o en la elección, algo floja a mi entender, de traducir la línea una vez pero no cuando esta se repite.

Destaco por si acaso que estos detalles no aacaban por afectar el resultado final, lo importante es la obra y esta es disfrutable en todo momento. Una puesta en escena excelente que imagino podrán apreciar tanto quienes recién empiezan como los expertos en la materia. Se trata sin duda de una propuesta muy interesante, una oferta inmejorable para aquellos que de otra manera no podrían acceder a uno de estos espectáculos.

9 puntos

 

 

 

 

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