Crítica de Hora-Día-Mes

Cuenta la historia de Nardo, un encargado de un estacionamiento que de día se ve inmerso en una rutina tediosa y de noche deja salir a flote sus obsesiones más grandilocuentes.

Nardo trabaja cuidando autos en el garage «La Alborada» y su vida es rutinaria. De día mantiene sus formas como cualquier persona, pero de noche aprovecha para conocer autos a los que jamás podría acceder.

El director Diego Bliffeld trae a la pantalla grande la historia de Nardo (Manuel Vicente). Es una vida como la de cualquier trabajador, todos los días tiene los mismos rituales y objetivos. En este caso, se encarga de cuidar, limpiar y acomodar los autos en un garage que tiene abierto las 24 horas.

La narración en Hora-Día-Mes es re-interpretada con una voz en off a cargo de Marcelo Cohen, quien cuenta lo que pasa en tercera persona, como si estuviera observando y escuchando las diferentes escenas. Una decisión algo parecida -salvando las enormes distancias- con lo que hizo Mariano Llinás en Historias Extraordinarias. Hago la diferencia porque en este caso no parece ser un recurso bien utilizado, ya que los planos son cortos y las mismas voces de los personajes se entienden; pero el narrador se interpone haciéndose escuchar más fuerte y acaparando toda la atención.

Desde el comienzo se da a entender que Nardo no tiene una vida divertida, como para contar su historia. Está en lo cierto. El protagonista mantiene un ritmo sumamente rutinario y sobrio cuando hay sol; pero cuando la oscuridad aparece, el espíritu fierrero lo inyecta de éxtasis y se la pasa analizando, tocando y hasta probando autos de los clientes que jamás podría tener. Con esto remarca una idea en donde el trabajador sufre de día y sueña de noche, donde sólo puede tener lo que anhela en ese estado ilusorio.

La fotografía le da la estética necesaria para generar un interés constante en cada cuadro; con una tonalidad fría y una paleta de colores entre grises y azules crea una composición ideal para representar las locaciones. A su vez, el actor Manuel Vicente hace un excelente trabajo interpretando al personaje principal.

Si bien la película tiene buenas intenciones artísticas, se queda en un relato repetitivo y agotador, donde de día no pasa nada y de noche se oyen motores rugiendo. Termina pareciendo más una publicidad para las diferentes marcas de automóviles que una narración donde se interpela a los personajes con acciones dramáticas.

 

 

 

 

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Emilio Guazzaroni

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