Crítica de Happy Death Day 2U

Tree se ve una vez más acechada por la muerte, pero en esta oportunidad las víctimas son sus familiares y amigos más queridos. Por lo que, para poder descubrir quién es el asesino, deberá morir día tras día.

Happy Death Day fue una agradable sorpresa, con una bienvenida vuelta de tuerca a la Groundhog Day dentro del gastado terreno del slasher. Como buena película nacida del modelo Blumhouse, se presentó como una propuesta original de género con un presupuesto bajo, el cual multiplicó con creces en la taquilla mundial. Aquello básicamente garantizaba una segunda parte y así se llega al estreno de Happy Death Day 2U, secuela que tiene el mérito de no contentarse con ser una mera repetición de lo que se hizo previamente y querer ser algo más, más allá de que no siempre se salga con la suya y se le vean las costuras.

Si algo salta a la vista dentro de esta continuación, es que se abandonó el terror. El slasher sigue presente, pero ahora la comedia abraza más la ciencia ficción. A diferencia de la primera, que no hizo ningún esfuerzo por explicar el loop temporal y estuvo perfecto en hacerlo, esta busca dar una justificación para que eso sea parte integral de la trama. Hay que dar una razón coherente para que el día de Tree vuelva a comenzar, con lo que se recurre a una pata científica y se carga de jerigonza técnica que no suma. Por el contrario, resta. Se da una explicación «válida» por la cual Jessica Rothe se ve obligada a revivir lo que ya pasó y se encuentra la manera de proponernos algo distinto dentro de parámetros que ya conocíamos. Pero eso se hace a riesgo de tropezar con los mismos problemas que tantas películas que incluyen viajes en el tiempo. Y esta se cae de bruces por ellos.

No hay que analizar con detenimiento para darse cuenta que mucho de lo que se plantea no tiene sentido. Sí, es una película. Sí, es de ciencia ficción. Sí, el viaje temporal no existe. Pero esta propone sus propios códigos internos para el funcionamiento de su historia y elige ignorarlos en forma arbitraria para que la acción avance. Lo más grosero e inexplicable tiene que ver con toda la primera parte, una que establece los eventos que seguirán de la mano de cierto personaje, y luego se olvida todo para no volver a mencionarlo. Para llevarlo a un terreno básico, se abre con el problema A, este conduce al escenario B, se dedica todo el film a resolver el problema B y llegan los créditos finales. Queda en el aire lo que pasó en la introducción y los elementos que allí se proponían, será cuestión del espectador el resolver o no darle un cierre.

De todas formas hay que decir que es una secuela aceptable. Sin la frescura de la original, todavía divierte. Se mete de lleno en el género sci-fi con las múltiples dimensiones, manteniendo vivo el misterio del asesino y sumándole apuestas en relación a Tree y sus seres queridos. Porque si esta secuela se carga de algo es de emoción, llevando a la protagonista a tomar duras decisiones personales. Ya no está sola en este bucle maldito y cada camino elegido conduce a la muerte, no solo de ella sino de los suyos.

En ese sentido, hay otras cosas que importan más que la identidad del homicida enmascarado, con lo que se permite hacer su juego. Tree se resigna a su suerte y muere una y otra vez, en formas cada vez más graciosas, pero ahora tiene control sobre su partida. Puede elegir el cómo, el cuándo y, sobre todo, el por qué. Más que una marioneta cósmica, opta por ser ama de su propio destino. El director y ahora guionista Christopher Landon (Paranormal Activity: The Marked Ones, Scouts Guide to the Zombie Apocalypse) no se relajó y entregó una repetición de lo hecho antes. Buscó un camino diferente y con mayor riesgo para volver a aplicar una fórmula que se probó exitosa, con un resultado menos prolijo y satisfactorio que el de la original.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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