Crítica de Gerald’s Game / El juego de Gerald

Mientras intentan darle chispa a su matrimonio en una remota casa del lago, Jessie debe sobrevivir cuando su esposo muere inesperadamente, dejándola esposada al marco de su cama.

Me complace mucho decir que 2017 es el año del resurgimiento de Nuestro Señor. Y no, no predico la palabra de Jesús sino la del inconfundible Stephen King, quien en apenas cuestión de meses vio cómo sus adorados trabajos que llevan años y años amasando seguidores fueron transportados tanto a la pantalla grande como a la chica. Como no podía ser de otra manera, las adaptaciones fluctúan en calidad y por cada decepcionante The Dark Tower tenemos una excelente revisión de It, y por cada serie triste y vacua como The Mist hay una interesante Mr. Mercedes. La avalancha de estrenos parece no mermar y Netflix es el próximo campo de juego con el lanzamiento que nos reúne en esta ocasión, Gerald’s Game, a la vez que se espera por la próxima 1922. Será cuestión de ver qué resulta de la última, pero hay que despreocuparse de la calidad de El juego de Gerald: es una increíble transposición y una maravillosa película de suspenso, que puede generar tanto o más terror del que uno podía esperar.

Si hay algo casi mágico de King, es la facilidad de tornar escenas que pueden decirse mundanas y girarlas como un trompo hasta satisfacer sus instintos terroríficos más básicos. El caso de Jessie (Carla Gugino) y Gerald Burlingame (Bruce Greenwood) no podría ser más preciso. Es un matrimonio con mucho amor pero visiblemente desgastado, que se ve obligado a recursos poco ortodoxos en la cama para avivar la llama de la pasión. Esto se lo hace precisamente con un par de esposas y no de aquellas que uno encontraría en cualquier tienda. Son reales, para darle más veracidad al juego de roles. Para Gerald, es lo único que puede generarle una erección. Para Jessie, es una puerta que se abre a un recuerdo de su infancia que prefiere olvidar. Y en medio de todo, una trágica situación provoca el predicamento de ella. Encadenada y sin posibilidad de socorro próximo, su mente comienza a jugarle una mala pasada.

Considerada por años una novela infilmable por la cantidad de monólogos internos que tiene la aguerrida protagonista, Gerald’s Game es un proyecto de pasión que Mike Flanagan siempre quiso atacar. El director viene de un 2016 estelar con el doblete de la feroz invasión al hogar de Hush (distribuida también por Netflix) y la precuela Ouija: Origin of Evil, que es una película de terror decente que la saga no se merecía, y parece que la racha no acaba. Habiendo leído la novela homónima antes de este estreno, puedo admitir con mucho placer que el realizador logró lo que muchos no habrían podido: adaptarla y acercarla a un territorio más contemporáneo (el libro es de 1992) editando aquí y allá la narrativa literaria a gusto y piacere. Basada en un guión de él mismo y su amigo/colaborador Jeff Howard, la odisea de Jessie es un viaje de terror interno que no hace más que empeorar conforme pasa el tiempo. Los cambios en la transición fortalecen la historia de la película y permiten que Carla Gugino tome las riendas y se gane su merecido lugar en la lista A de estrellas de Hollywood. Sus interacciones con Bruce Greenwood son bienvenidas, pero es el duelo interpretativo con ella misma lo que se roba la película. Como una versión más racional, calculadora y tranquilizadora, las Jessies discuten y viajan al doloroso pasado, que esconde las claves para intentar un escape antes de que todo sea demasiado tarde. Y eso es solo el comienzo…

Con esta situación corriente devenida en extraordinaria, es tarea de Flanagan escurrirla hasta el último detalle para generar tensión en la platea. Y desde luego que lo logra. Un director tan detallista como él -hasta edita sus propios trabajos- genera horror de sobra y conviene no revelar más detalles escabrosos, para mantener la experiencia aún más profunda. El otro día recordaba que al leer el libro hubo una escena descrita con tanto puntillismo y tan visceral que me hizo girar la cabeza, apartándola de las páginas en profundo estupor. El cineasta no le hace asco y es uno de los momentos más intensos que verán en una película en este 2017.

Es casi una desgracia que Stephen King sea tan bueno con los comienzos y le cueste llegar tanto a los finales. El Juego de Gerald no es una excepción a esta triste regla. Si el desenlace del libro no estaba a la altura de lo previo, el film no puede sortear esas escenas, por demás explicativas, que le quitan un poco de mística a todo el asunto pero que tampoco dañan irreparablemente el conjunto. Liderada con bravura por una gran actriz, a la que desde ahora se le debe su momento de gloria, y rebosante de ingenio, mala leche e intriga por todos los costados, le hace honor a uno de los grandes genios del horror de nuestra época, y entrega un estupendo film no apto para cardíacos.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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