Crítica de Furious 7 / Rápidos y Furiosos 7

Tras haber derrotado a Owen Shaw; Dominic Toretto, Brian O\'Conner y los demás regresan a Estados Unidos para llevar una vida normal, como siempre habían querido. Pero Deckard Shaw, hermano mayor de Owen, está en búsqueda de todo el equipo para cobrar su venganza.

No debe haber otra franquicia tan representativa como Fast & Furious a la hora de pensar en una reinvención exitosa. Desde el vamos partió de una primera película aceptable, la cual fue seguida por dos secuelas peores a las que ni sus protagonistas querían volver. Justin Lin fue el artesano del cambio a partir de una cuarta en la que se avizoraba la vuelta de tuerca, una que se confirmaba en forma gloriosa con Fast Five, la quinta y mejor entrada de la saga. Desde allí se volvió una celebración cinematográfica permanente, deviniendo en producciones de acción y aventuras con secuencias cada vez más complejas e inverosímiles, una fiesta en pantalla que no le pide a uno nada más que pague la entrada y se abroche el cinturón para disfrutar de un viaje tan intenso como entretenido. La paralizante muerte de uno de sus dos protagonistas sería un impedimento para cualquier otro proyecto, pero con el antecedente del cambio de rostro que comenzó en el 2011, no había motivos para dudar de que Furious 7 saliera adelante.

Este film de James Wan (Insidious, The Conjuring) parte de un armado brillante que le cedió en bandeja Lin, que de la galera logró emprolijar la saga, conectar todos los puntos distantes –dándole un sentido a Tokyo Drift, lo cual parecía imposible- y anticipar un relato de venganza que tendría como centro a un implacable Jason Statham, quien automáticamente eleva el valor de cualquier producción. Sus primeros minutos en pantalla dan cuenta de su personalidad, de su peligrosidad y del tono festivo que tendrá esta séptima parte, con una improbable cantidad de cadáveres dejados a su paso que lo perfilan como un temible supervillano. Sin embargo, nadie estaba listo para decirle adiós a Paul Walker en forma tan temprana y abrupta, lo cual alteró todo tipo de planes.

Furious 7 tuvo entonces la difícil tarea de ser un escalón más en la exitosa franquicia, pero reacomodándose como una despedida a uno de sus personajes centrales. No solo eso sino que también es un sentido homenaje al actor, con cinco minutos finales de ruptura de la cuarta pared en los que O\’Conner y Walker se confunden en el mejor de los sentidos. No cabe duda de que este fue el capítulo más difícil de realizar dentro de la saga, sobre todo cuando la línea que dividía la honra del mal gusto era una muy fina. En ese sentido, se trata de una película con muchas virtudes, capaz de recuperarse y salir bien parada de un golpe mortal.

Más allá de sus cambios de estilo, tono o género, la familia y el honor siempre fueron los valores principales en el núcleo de la saga Rápido y Furioso. La venganza de Deckard Shaw tiene un origen fraterno y sus armas están apuntadas directamente hacia la de Toretto. Este séptimo episodio es, entonces, el más personal a la fecha, tanto para los actores como sus personajes. La represalia y la muerte tocaron más de cerca que nunca. El planteo original debió ser descartado para dar paso a un film nuevo, ya que no es solo el final lo que cambia. Para que este cierre alternativo tenga sentido, el movimiento debió ser anticipado. Y en beneficio de esto, la película debe exhibir concesiones y parches.

Vin Diesel y Michelle Rodriguez toman un lugar central restándole tiempo de pantalla a Walker, lo cual se entiende perfectamente. No así el hecho de que Dwayne Johnson se pase la mayor parte de la película en el banco de suplentes, siendo uno de los grandes responsables de la revitalización de la franquicia -su lugar lo ocupa un enorme Kurt Russell, que se luce como un personaje de aquellos que encarnaba en los films de John Carpenter-. Aún dotada de un gran ritmo, parece estirarse más de la cuenta al llevar la producción a escenarios distantes del mundo donde tendrán lugar las secuencias espectaculares. De Estados Unidos a Tokio, de ahí a las Montañas del Cáucaso, después Abu Dhabi y de vuelta a Los Ángeles, la acción es cada vez más grandiosa y lo que pasa en pantalla es cada vez más increíble, pero son eventos de varios minutos de duración que no parecen permitir que el film avance, con un Statham incansable que esta siempre respirando en la nuca del equipo.

Wan, de trayectoria mayormente en el ámbito del terror, ha sabido lograr mucho con muy poco y sus mejores films –Saw, las Insidious y sobre todo The Conjuring– han sido prueba de que se conduce mejor en espacios reducidos y narrativas condensadas. Pero en su salto a una superproducción como esta demuestra estar capacitado para el cargo y no debería sorprender que a futuro pase a dirigir algún film de superhéroes. Si bien es cierto que recibió de la sexta parte los lineamientos para lo que podía ser un capítulo apasionante, la realidad le tiró una curva muy difícil de sortear y lo hizo en la mejor forma posible. Sí, puede ser que las costuras se perciban y que, por ejemplo, haya dos villanos de los cuales uno está completamente desaprovechado –Djimon Hounsou, como en Guardians of the Galaxy, es un actor bastante conocido para un rol tan menor-, pero con todo logra enlazar las seis entradas anteriores y ser fiel a sus orígenes y a su presente con la vista puesta en el futuro.

Furious 7 evoluciona en un testamento fílmico de Paul Walker y en un homenaje sentido de parte de la producción -es difícil no lagrimear en el final-. El film elige no sentar las bases para una octava parte -que está en marcha- en beneficio de una respetuosa y digna despedida a uno de los personajes centrales. Debe hacer equilibrio entre la acción pura y dura que ha caracterizado a la franquicia desde Fast Five -es difícil elegir qué secuencia es la mejor porque son muchísimas- con un componente dramático y reflexivo incorporado a mitad de camino que no estuvo nunca presente en la saga. Y hacerlo de esta manera, es toda una hazaña.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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