Crítica de Fast & Furious 6 / Rápidos y furiosos 6

En esta sexta entrega de Rápidos y Furiosos, el agente Hobbs se vuelve a juntar con Toretto, O\'Conner y su equipo para que lo ayuden a derribar una banda a cargo del delincuente Owen Shaw que opera en las principales ciudades de Europa.

Por Alejandra Casal.

Más de 10 años pasaron de la primera entrega de Rápido y Furioso, y mucho camino ha recorrido desde entonces la exitosa franquicia. En ésta, la sexta película, dirigida una vez más por el taiwanés Justin Lin, los muchachos apasionados por las picadas de autos vuelven a las andanzas, con altas dosis de adrenalina y espectacularidad.

Luego de una secuencia de títulos inicial que hace un recorrido por fragmentos de las películas anteriores, la trama nos deja en claro que estamos ante un grupo humano consolidado de hombres de acción. Estos hombres se manejan con un código, al que respetan por sobre todas las cosas, como la lealtad familiar. Y para preservarlo, harán lo que sea necesario.

La vida para Dom Toretto (Vin Diesel, con esa inexpresividad que lo caracteriza) y Brian (Paul Walker) transcurre tranquila en España, gozando de ciertas comodidades, aunque con la imposibilidad de regresar a sus hogares latente. El resto del equipo está disperso por el mundo, disfrutando del dinero que consiguieron tras la experiencia en Río de Janeiro. Pero una nueva situación se presenta y los vuelve a poner al volante: Hobbs (Dwayne Johnson) solicita su ayuda para atrapar al nuevo villano Shaw (Luke Evans), quien comanda una organización de expertos pilotos –que parece funcionar como el espejo del equipo protagónico- y que cuenta además con la ayuda de una integrante especial: Letty (Michelle Rodríguez), quien supuestamente estaba muerta. Dom acepta colaborar pero, a cambio, negocia indultos para que todos puedan regresar a sus hogares y recuperar sus antiguas vidas.

A partir de allí, la acción se traslada a Londres, donde comienza un festín de patadas, piñas -las peleas son muy efectivas-, explosiones y, claro, corridas y persecuciones automovilísticas. La química de los actores, que ya vienen trabajando hace años juntos, se comprueba en pantalla. Muy hábilmente filmadas, se suceden espectaculares secuencias de riesgo y acrobacias en situaciones extremas, todo acompañado por cuotas de humor en los momentos precisos. Y, como si todo esto fuera poco, hay hasta un ¡tanque de guerra! y una escena a pura adrenalina con un avión, para sumar grandilocuencia.

En Fast & Furious 6 hay mucho desborde y entretenimiento. La película, exagerada y divertida, invita a pedir que todo sea, si es posible, aún más rápido y más furioso todavía. Y a juzgar por la escena post-créditos de la película, así será. Satisfacción garantizada para los amantes del género.

 

 

 

 

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