Eye in the Sky es una muestra ejemplar de lo que el concepto thriller debe proyectar. No le son necesarias elaboradas secuencias de acción para elevar la emoción del espectador, ya que su énfasis está puesto en las grandes interpretaciones y diálogos, y su desenlace se vuelve difícil de anticipar.
A pesar de estar saturada de personajes, o mejor dicho de bloques de personajes, el director Gavin Hood –responsable de una estupenda adaptación de la novela Ender’s Game y la fallida X-Men Origins: Wolverine– se muestra hábil y brinda a cada uno exposición suficiente para generar en el espectador identificación con ellos, su forma de pensar, invitando así al ejercicio de reflexión por el que aboga la película.
El dilema es evidente y el conflicto es claro: los principios y valores morales nuevamente son puestos a prueba en una confrontación provocada por los avances armamentistas. Una interesante disyuntiva que la manufactura de la misma película también enfrenta y de la que por desgracia no sale del todo bien librada. Y es que a pesar de contar con todos los elementos necesarios para desarrollar el discurso crítico incisivo que promete con respecto a las intervenciones militares a distancia –en donde los soldados de campo son sustituidos pordrones, dejando la total responsabilidad de los ataques a los operadores, diplomáticos y políticos–, el asunto queda en una reflexión de tintes melodramáticos que, aunque esboza cierta sátira, también recorre estereotipos y hasta algunos lugares comunes. Así pues, vemos militares que van desde los abnegados oficiales que con lágrimas en los ojos obedecen órdenes y accionan los controles, hasta los de altos rangos que, con una deslavada dignidad, asumen su papel de ejecutores de las políticas que se validan en una supuesta búsqueda de mantener la paz. Estos últimos, por cierto, son interpretados por actores de la talla de los británicos Helen Mirren (The Queen) y Alan Rickman (Harry Potter) –este es uno de sus últimos trabajos–, cuyo oficio y capacidad les permite aportar el suficiente contenido emocional para que se sostengan personajes que de origen tienen muy pocos matices -una curiosidad es que el personaje de Mirren estaba originalmente escrito para un hombre-.
En contraparte está la forma en que el director sudafricano se concentra en mostrar el uso de la tecnología de los drones en el campo militar, la que aquí se convierte en el principal acierto. La edición y el juego de las perspectivas derivan en secuencias dinámicas y envolventes que hacen una detallada decantación de las estrategias y del mecanismo de las cadenas de mando. Esto, aunado al efectivo manejo del ritmo, que no le da cuartel al espectador, deambulando entre la inquietud y la zozobra, es lo que hace que Eye in the Sky, aunque quede a deber en cuanto a la profundidad que promete de inicio, cumpla como entretenimiento y sea un producto inteligente que invita a la reflexión.
Eye in the Sky es una las películas más inquietantes y discursivas de lo que va de 2016 y sirve además como documento del talento que poseía el gran Alan Rickman, quien regaló aquí su última actuación. Su escena final, una declaración apasionada sobre lo que un militar sabe realmente de la guerra, es uno de sus mejores momentos como actor. Rickman merece nuestro saludo, al igual que una película que hace honor a su inteligencia feroz.
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