Crítica de The Amazing Spider-Man 2

Para Peter no hay nada que se le parezca a estar oscilando entre los rascacielos, ser el héroe y pasar tiempo con Gwen. Pero con el surgimiento de Electro, Peter debe enfrentar a un enemigo mucho más poderoso que él. Y mientras su viejo amigo, Harry Osborn, está de regreso, él comienza a darse cuenta que todos sus enemigos tienen algo en común: OsCorp.

«El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos caminos sino en tener nuevos ojos»
(Marcel Proust)

Uno creería que la suerte de The Amazing Spider-Man 2 sería diferente de la de su antecesora, pero el camino hacia su estreno tuvo iguales complicaciones. Con las versiones del superhéroe a cargo de Sam Raimi a apenas años de distancia, todavía se considera que es un relanzamiento innecesario y el motivo de su realización fue harto explicado. A esto hay que sumar una vez más una agresiva campaña publicitaria que semanalmente presentó material nuevo de la secuela, al punto de que hasta la última secuencia de la película -el fotograma final inclusive- ya ha sido revelado en uno de los avances. Tratándose de un verdadero tanque de Hollywood, la previa es más cuesta arriba que en el caso de otros, como si Marc Webb no hubiera podido convencer a la audiencia del gran trabajo que había hecho en la primera. Todo debería ser más sencillo, pero no fue así, y es por eso que el realizador se vio obligado a ofrecer una segunda entrega que esté a la altura de las circunstancias.

En la etapa de pre-producción, las noticias respecto al film eran preocupantes, lo mismo que ocurrió cuando las primeras imágenes empezaron a ser reveladas. Harry y Norman Osborn, Electro, The Rhino, había un exceso de villanos y que el director incurriera en los mismos errores de Spider-Man 3 –un festival de efectos especiales cargado de enemigos pero sin verdadera sustancia- parecía una posibilidad concreta. Afortunadamente para el espectador, eso no ocurre, dado que Webb logra manejar con criterio las distintas vertientes que tiene para explorar. Si en la primera Peter Parker tenía más desarrollo que el Hombre Araña, en esta hay un balance igual de adecuado entre las dos caras de la misma persona. El haber rescatado a la Ciudad del ataque del Lagarto no fue suficiente y él debe volver a probarse ante el ojo crítico del público –como ocurre con todas las películas del género-, con opiniones divididas entre si es un héroe o un vigilante. Su relación con Gwen Stacy sufre turbulencias, con el joven que descubrió que su deber para con el pueblo no es compatible con un interés romántico que puede salir herido del cruce con sus múltiples némesis. Nada es novedoso, pero lo que importa es la forma en que se lo hace. El hecho de transitar un camino conocido no implica algo necesariamente negativo.

La dupla de Andrew Garfield y Emma Stone –la cámara la adora y está perfecta en todo lo que hace- se mantiene intacta. Ambos tienen la chispa necesaria para que en pantalla la química sea ideal. Juntos están muy bien acompañados por un Dane DeHaan que en poco tiempo ha tomado a Hollywood por asalto y se ha adueñado de los roles de joven algo trastornado. Jamie Foxx no es del todo creíble como Electro –su amplio torso cuando es el invisible Max Dillon puede ser solo comparable con McBain como un nerd encubierto-, pero logra aportar su cuota de carisma para generar empatía con la audiencia y así convertirse en un villano cuya ira y motivaciones son entendibles. Algo diferente es el caso del Duende Verde, cuya transformación de gran amigo con problemas paternos en némesis con furia asesina es demasiado apresurada, ignorando por ejemplo que en la trilogía de Raimi la evolución del personaje de James Franco fue progresiva.

Seguramente haya quienes criticarán que la película busca abarcar mucho y por eso aprieta poco. En lo personal considero que el balance entre el Hombre Araña y Peter Parker, entre la acción y el drama, es nuevamente el correcto. Aún con las férreas indicaciones corporativas de que la película promueva una tercera parte así como también los desprendimientos que se vendrán –Sinister Six y Venom son una realidad en Columbia Pictures-, no es un simple puente o una mera formalidad para las cosas más grandes que se vienen –como sí lo era Thor para con The Avengers-. The Amazing Spider-Man 2 es muy buena y el lograrlo era todo un desafío, si se considera que la antecesora del 2004 también había sido una digna secuela.

Los villanos arquetípicos no molestan: Electro habla o piensa como una caricatura y lo que se podría considerar vagancia de un grupo de guionistas con una larga lista de delitos contra la industria –sobre todo Alex Kurtzmann y Roberto Orci-, es en realidad la forma de manejarse de alguien que siempre soñó con ser el centro de atención y cree que así tiene que hacerlo. Las buenas secuencias de acción, los efectos especiales, la gran musicalización a cargo de Hans Zimmer and The Magnificent Six –Pharrell Williams, Johnny Marr (The Smiths), Michael Einziger (Incubus), Junkie XL, Andrew Kawczynski y Steve Mazzaroritte-, todo ayuda a redondear lo que en su núcleo es una suerte de comedia romántica –no por nada el director es el de (500) Days of Summer– con un superhéroe en la mezcla. Y no hay redundancia que pese lo suficiente, tanto dentro de la propia película –constantes repeticiones y pistas hacia un final que sorprende menos de lo que debería- como en relación a la anterior –se vuelve mucho sobre temas tratados en la previa-, como para ocultar el hecho de que Marc Webb ha hecho un gran trabajo con el héroe arácnido.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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