El cadáver de una mujer decapitada aparece en la casa de un candidato a diputado nacional. Su pareja, una funcionaria pública, y el fiscal designado para el caso, buscarán descifrar el misterio.
No voy a mentirles: tenía mis expectativas puestas sobre El jardín de la clase media. ¿Un thriller político en la misma senda que House of Cards, pero de corte nacional? ¿Un violento crimen que dejaba expuesto los entretelones del sucio juego de la política? Nada podía salir mal. Pero cuando se pierde el norte sobre lo que uno quiere contar, le sucede lo que al director y guionista Ezequiel C. Inzaghi, quien adapta la novela homónima de Julio Pirrera Quiroga y se salda con un misterio que comienza fuerte y se termina desinflando conforme la intriga se va enredando hasta niveles casi incomprensibles.
Las tácticas mafiosas con fines políticos siempre están a la orden del día, por lo cual que una mujer aparezca desnuda y decapitada en el jardín de una flamante casa nueva no es para tomar a la ligera, sobre todo si el dueño es el candidato firme para ser legislador. Es lo que le sucede a Claudio Sayago (Luciano Cáceres) y a su mujer, la psicóloga Silvina Campás (Eugenia Tobal), un hecho que pone los pelos de punta al matrimonio e inicia una investigación policial a cargo del fiscal Carlos Hernández (Esteban Meloni). También hay una vendetta personal en contra de Sayago, contrabando de containers aduaneros, denuncias ambientales, ventas fraudulentas de terrenos, y algún que otro cabo suelto más dentro del guion de Inzaghi, demasiados objetos flotando en el aire para hacer malabares con ellos. Algunos están destinados a terminar en el piso, pero la hazaña parecía probable… hasta que todo comienza a desensamblarse con una rapidez pasmosa.
El misterio de la muerte no existe como tal. Todo está contado desde la primera escena, los protagonistas de la cama criminal al promisorio futuro legislador se revelan de inmediato y no hay atmósfera de tensión alguna. Es como jugar una partida de truco, como juegan ciertos personajes en la trama, pero con las cartas boca arriba. No tiene sentido, narrativamente hablando, y el espectador solo debe ver cómo se van sucediendo las escenas hasta el mismo final, telegrafiado desde el comienzo de la película. No hay nada novedoso, todo es obvio, y no aporta absolutamente nada al género policial, mucho menos al político. Lo cual es terriblemente triste de decir, porque la calidad del film es impresionante para la media de un producto nacional.
Inzaghi tiene pasta de director, pero como narrador se queda atrás con personajes deplorables y poco desarrollados, peones a merced de una trama que comenzó con los dados arrojados sobre la mesa. Cáceres parecía ser el protagonista, pero esa labor recae en el papel de Tobal, quien parecía despegar con vuelo propio y no ser una damisela en apuros, pero su construcción de personaje la deja a la deriva, como una mujer cuyas reacciones dependen de los hombres a su alrededor y nunca de sus propias decisiones. Los veteranos del elenco salen un poco airosos, sobre todo Roly Serrano y Enrique Liporace, mientras que la Beatriz Santaclara de Leonor Manso tiene varios momentos interesantes, y es para resaltar su última escena, donde se vislumbra a través de un sagaz diálogo lo que la película quiso lograr y no pudo en materia narrativa.
El jardín de la clase media (título aburrido y sin mucho sentido, por cierto) es un thriller político que tenía todas las de ganar, pero cuya mala racha e inhabilidad de poder dejar la partida antes de tiempo la obligan a caer en el terreno de la mediocridad, y quedarse en una genial oportunidad perdida.
[ratingwidget_toprated type=»pages» created_in=»all_time» direction=»ltr» max_items=»10″ min_votes=»1″ order=»DESC» order_by=»avgrate»]
Lo nuevo de Michael Mann retrata al creador de la mítica escudería.
Paul Giamatti protagoniza una de las serias candidatas al Oscar.
Sydney Sweeney y Glen Powell se juntan para intentar revivir las comedias románticas.
Hollywood se prepara para celebrar a lo mejor del año pasado.