El cazador de recompensas alemán King Schultz está tras la pista de los hermanos asesinos Brittle, y sólo Django, un esclavo, puede llevarlo hacia el botín. El poco ortodoxo Schultz adquiere a Django con la promesa de liberarlo una vez que capture a los Brittles.
Quentin Tarantino es un nene grande caprichoso y con cada película lo demuestra más y más. No es secreto alguno que el tío Quentin adora el spaghetti western, una de las grandes influencias en su filmografía, y con Django Unchained le da rienda suelta a sus fantasías del Oeste más salvajes en un film que rebosa hectolitros de sangre y carcajadas a partes iguales.
En el marco de la época pre Guerra Civil, y por durante dos horas y media que uno no quiere que termine más, Tarantino narra una historia de eslavitud, venganza y redención utilizando como faro guía al Django de un excelente Jamie Foxx, acompañado de su nuevo mejor amigo y compañero de batallas, el estrambótico y correcto Dr. King Schultz (un doblete magnánimo de parte de Christoph Waltz) Como no podía ser de otra manera, la brutalidad, marca constante en todos los trabajos del director, se hace presente de una manera cruenta y despiadada, tan sólo desenfocándose cuando el espectador ya ha sufrido demasiado y necesita un descanso.
Lo que no pasaba en anteriores aventuras del director es la condensación en una misma línea narrativa la comedia negra (negrísima, al gusto Quentin) y las escenas de suspenso rabiosas, de ésas que le ponen a uno los nudillos blancos de la tensión; por momentos estamos viendo escenas que lo hacen a uno arrancar a las carcajadas y por otros los ojos están fijos en la pantalla, atentos a cada movimiento y paso en falso de los protagonistas. Tenía mis reservas de si el elenco resultaba en ciertas partes desafortunado, pero Jamie Foxx tiene un viaje de emociones que para el final de la película lo dejan más que bien parado y con aires de ícono de culto en cualquier momento; quien quizás sale bien parado es Waltz repitiendo un papel peculiar y demasiado justo para él, provocando más de un déjá vu con su Hans Landa de Inglorious Basterds. Sorprende gratamente el ridículamente serio y lleno de aspavientos Monsieur Candie de un Leonardo Di Caprio, eclipsado solamente por el taimado sirviente Stephen de un agradablemente irreconocible Samuel L. Jackson a quien el papel le sienta de perlas. Los cameos y apariciones especiales se suceden en cada escena y cada tramo, y sin dudas la más genial y aplaudida será la participación del eterno Franco Nero, el Django original.
Como el elenco, todo en Django Unchained está orquestado hasta el más minimo detalle, cortesía de un director meticuloso que no le teme a los acercamientos raudos a la cara de los protagonistas, un detalle casi caricaturesco que le da un regusto diferente a todas sus películas; la banda de sonido es un apartado que nunca decepciona, y acá las melodías de Ennio Morricone se entremezclan con las nuevas creaciones de Rick Ross y John Legend para provocar una combinación armónica fastuosa y fabulosa. Mientras su anterior film puede haber resultado violento en los últimos tramos, con esta nueva historia Quentin se da el lujo de hacer saltar la sangre hasta el techo, y también de pasar a la historia con un clímax tan audaz y sangriento que la pelea de Uma Thurman en Kill Bill es cosa de críos.
Poco y nada se le puede criticar a Django Unchained, un brutal festín de sangre, violencia y risas como sólo Quentin Tarantino nos puede mimar, demostrando que, como los buenos vinos, mejora con cada año que pasa.
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