Es la historia de un policía de Nueva York que conoce a un cura renegado durante una investigación, en la que este lo convence, en contra de sus creencias religiosas, que está relacionada a una presencia demoníaca. Juntos trabajarán para resolver el misterio y combatir a las fuerzas paranormales que actúan en su contra.
Deliver Us From Evil es un film que dice mucho sobre el estado actual del cine de terror y poco en términos positivos, no por su calidad particular sino por lo que significa como parte de un todo. Las expectativas en torno a él eran especialmente altas, no solo por tratarse de un nuevo trabajo de una de las caras más frescas del género como es Scott Derrickson, quien además contaba con un importante equipo delante de cámaras, sino porque Sony Pictures le tenía mucha confianza. Tanta que había cambiado su fecha de estreno –originalmente saldría a principios del 2015- hacia el feriado norteamericano del 4 de Julio, con una salida fuerte en cines y en un fin de semana sin lanzamientos importantes.
El no acercarse ni por asomo a las cifras de Transformers: Age of Extinction en su segunda semana, condena aún más la suerte del género. Porque los estudios se han refugiado en films de presupuestos mínimos y ganancias exponenciales –Paranormal Activity, The Purge, Insidious o Sinister, para el caso de este realizador- y un fracaso de taquilla que costó 30 millones en ser producido, sin contar los crecientes gastos de marketing, orientan a las compañías en la dirección segura. Analizado el panorama que deja esta película a su paso, es momento de hablar de ella en sí.
Inspirada en la vida del policía y demonólogo Ralph Sarchie, autor de Beware the Night –el título original-, Deliver Us From Evil es una buena entrega de Derrickson, aunque no presente su mejor faceta. Se puede decir que, en un sentido similar a Sinister, transita senderos familiares y en más de una ocasión prefiere el susto sencillo, pero al igual que en la otra da cuenta del talento del realizador a la hora de generar suspenso y crear atmósferas. Otra vez hay un mal antiguo conocido por pocos y el protagonista es un investigador no creyente, perseguido por su pasado, que se refugia en el trabajo aún a riesgo de descuidar a su familia y ponerla en riesgo.
Si Ethan Hawke cargaba todo el peso en la anterior, esta vez Eric Bana –que hace un buen trabajo como un escéptico policía neoyorquino repleto de estereotipos- tiene compañeros con quien repartirlo. En menor medida con Joel McHale, humorista que asume un papel completamente ajeno a su carrera aunque rinde como comic relief, pero de forma principal con Edgar Ramírez, como un cura poco corriente, cuya vida y vicios lo ponen en un camino de Dios como solo se puede encontrar en la ficción.
En los términos de un thriller sobrenatural, el film funciona. Si bien se maneja dentro de las líneas del terror y no presenta nada novedoso, Derrickson tiene buen pulso como para sostener la tensión durante la totalidad de la película y para hacer su narrativa bien fluida, sin perder intensidad a lo largo de sus casi dos horas. El problema es que, con esta producción, el realizador parecería haber llegado a una suerte de techo creativo. No como cineasta, dado que en camino tiene Doctor Strange y va a ser muy interesante ver una colaboración más oscura dentro del Universo Cinematográfico de Marvel con todos los recursos del estudio a disposición, pero sí dentro del género.
El hombre supo dar una gran carta de presentación con The Exorcism of Emily Rose (2005), su mejor película a la fecha, y recuperó los movimientos de contorsionista para los casos de posesión, algo que se ha hecho hasta el hartazgo a lo largo de esta década. No querer repetir esos espasmos físicos lo lleva a buscar alternativas, como el rasgar el piso o una inexplicable afición demoníaca por The Doors, lo cual es francamente ridículo. Como el personaje de Hawke en Sinister, parece estar esforzándose demasiado para conseguir un nuevo éxito dentro del género que lo hizo famoso, y quizás lo único que tenga que hacer es dejar de jugar sobre seguro y abrirse hacia otros terrenos donde pueda realmente destacarse.
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