Crítica de Crimen en El Cairo / The Nile Hilton Incident

Noredin, un detective corrupto con un futuro brillante en el cuerpo de policía, y cuyo principal propósito no es exactamente hacer el bien sino hacerse rico, es enviado al hotel Nile Hilton, donde acaban de descubrir el cadáver de una hermosa mujer.

11 de Enero de 2011. Una cantante muere en El Cairo durante los albores de la Primavera Árabe. Las revueltas sociales empapan las calles, el aire es tenso, espeso. Los primeros 10 minutos alcanzan para que la película de Tarik Saleh exponga estas cuestiones. Un par de secuencias son suficientes para presentarnos a Noredin (Fares Fares), el detective encargado de resolver el crimen. Como buen personaje noir, su moral es una sombra y su futuro navega entre las costas de la corrupción moderada y los lazos familiares como trampolines a un futuro promisorio dentro de la fuerza.

Pero esos primeros minutos también pintan la situación que atraviesa el gobierno de Mubarak en sus últimos días y cómo el engranaje social se articula en Egipto, a través de pequeños vistazos indirectos que rodean a los personajes. El establecer el contexto a partir del detalle, y hacerlo más presente a medida que el relato se asienta, es un camino interesante que hubiese resultado riquísimo, de no ser porque se siente forzado, y un poco caprichoso. Termina siendo un empapelado mal colocado, más que la pared en sí, y eso resiente al avance de una historia que tiene elementos de sobra para resultar atractiva. Sin ir más lejos, hay algo en la atmósfera tensa con la que se observa a El Cairo que remite a nuestra Buenos Aires. Así parece indicarlo también la geografía, el conglomerado urbano y la articulación del funcionamiento de las instituciones de la ciudad.

Con The Nile Hilton Incident, Tarik Saleh construye un woodunit seco y rasposo, con un primer y tercer acto valiosos, no sólo por el entendimiento y la reinterpretación del cine negro en una ciudad poco sofisticada, sino porque ahí logra tocar las teclas correctas del relato, y plantear una puesta de escena acorde a la desestabilización del status quo de Noredin. Pero cuando sus andanzas por esa telaraña de poder, que hace lo imposible por fagocitarlo, se empieza a hacer profunda, el relato se desmadra, sobre todo tonalmente. Una escena puede parecer parte de un thriller conspirativo, y la siguiente una road movie mucho más intima, haciendo que ese cambio de fusiles altere el equilibrio de la película y la haga esquizoide.

El final también parece cargar con algo de esto: tiene que ser el cierre del relato y resolver incógnitas, pero además tiene que hacerse responsable de esa mirada social que estuvo dispersa durante las dos horas de película. The Nile Hilton Incident termina volviéndose un noir correcto e interesante que se pierde en una red de decisiones que parecen estar dictadas por el hecho de mostrarse comprometida. Pero ese compromiso luce más estilístico que tangible y hace que, lamentablemente, no se sienta real sino todo lo contrario.

 

 

 

 

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Hernán Fretes

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