Una mujer joven, mientras intenta salvar a su padre durante un huracán de categoría 5, se encuentra atrapada en una casa inundada y debe luchar por su vida contra los caimanes.
A casi una década de agitar las tranquilas aguas de un lago para lo que fue su mejor película, Piranha 3D, el director Alexandre Aja se sumerge otra vez con Crawl, que con comodidad se ubica entre los grandes trabajos de su carrera. En papel es otra vuelta a la carga en el cine de monstruos acuáticos, esta vez con cocodrilos en lugar de los peces carnívoros. Sin embargo tiene un espíritu completamente diferente. Dejando de lado toda la ironía y autoconsciencia de la anterior, opta por encarar un thriller de supervivencia con un fuerte componente de terror, una escuela en la que se formó. Y entrega un formidable ejercicio de tensión, cuidadosamente construido, que cumple con creces aquello que se propone.
Su planteo no tiene demasiadas vueltas. Un huracán de categoría 5 está por azotar a la zona rural de Florida y una joven va en busca de su padre, que no contesta el teléfono y necesita ponerse a resguardo como el resto de la población. No obstante, la catástrofe natural será el menor de los problemas cuando la Haley de Kaya Scodelario descubra que su papá es presa de un cocodrilo de gran tamaño, que lo tiene imposibilitado en el sótano de su casa. En manos de otro realizador, hay riesgo real de caer en un terreno más propio de una película para televisión en la línea de Sharknado. Aja, por el contrario, se propone hacer el mejor film de cocodrilos y huracanes que sea posible. Y lo logra.
El francés se toma bastante en serio su premisa, más de lo que uno esperaría, pero todo funciona básicamente porque está muy bien realizada. El guion de los hermanos Michael y Shawn Rasmussen no es particularmente complejo, pero le da las herramientas al cineasta para que le saque el mayor provecho. Hay una relación distante entre la protagonista y su padre –el siempre sólido Barry Pepper-, la cual empieza a sanar en medio de una situación límite. Pero no se hunde en sensiblerías. Los cocodrilos de Aja muerden de verdad y ahí se encuentra otro de los valores de Crawl. Desde que empezó su carrera, el director no buscó atajos. En los comienzos de Haute Tension (2003) mató hasta al hermanito menor y mostró el cuerpo. Más allá de que aquella no haya sido un gran exponente del horror –y que tenga un final verdaderamente atroz-, revelaba a un cineasta capaz de asumir riesgos, propenso a la sangre y sin temor a mostrarla.
Crawl –con un horrible título local como Infierno en la Tormenta– lleva al extremo el suspenso y se lo siente. No solo el pulso del francés es fundamental, sino que una de las claves centrales está en el impactante acabado técnico. Los cocodrilos cobran vida, la potencia incontrolable del agua inunda todo resquicio del hogar y hay un notable trabajo de la producción, con impactantes set pieces acuáticas en espacios reducidos, para que eso se perciba lo más real posible. Crawl sabe exactamente lo que es. Y Aja entiende perfectamente lo que tiene que hacer para que su película resulte en una apuesta impecable de género.
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