No recuerdo con buenos ojos la anterior película de Drake Doremus. Sí, tocaba un tema tan sencillo como una relación de dos jóvenes desde una óptica realista, pero algo en su trama no me dejaba compartir plenamente la historia de amor trunco. Lo sorprendente de Breathe In es que Doremus sigue en la misma senda realista, pero esta vez con una historia tan trillada y mañida que cuesta horrores terminar sus escasos 97 minutos de duración.
La historia de amor prohibida de un hombre mayor y con familia con una adolescente no es, en estos tiempos, para saltar de alegría cada vez que se adapta a la pantalla grande o a la pequeña. Podemos decir que con elementos que le aporten frescura a la trama, un director puede enfocar sus artimañas y realizar un film a menor escala pero con muchos rasgos intimistas. El problema principal de Doremus y su amigo guionista Ben York Jones es que dentro de su análisis intimista de una familia que recibe a una estudiante de intercambio durante un semestre escolar, toda la construcción de personajes se cae abajo con una veta constante de subrayado.
Todo es obvio, desde el patriarca cuyo pasado musical no le permite comprometerse con sus tareas cotidianas y se siente como un pájaro enjaulado, con una esposa que no lo comprende y todo lo que hace dentro del ámbito hogareño le molesta sobremanera, y una hija adolescente que, dentro del cuarteto principal, es la que más sobresale por la naturalidad de sus acciones. La extranjera, Sophie, es un personaje inacabado que llega a generar tensión tanto en el grupo como en los alrededores. Ella ,tal parece, es una incomprendida, pero el registro actoral de Felicity Jones y el mismo guión la dejan como una típica mosca muerta, incapaz de generar empatía para con la audiencia.
El cúmulo de clichés es impensado, y si al menos sirviese al elenco como lineamientos para trabajar desde la improvisación, vaya y pase, pero la química entre Guy Pearce y Jones es inexistente, no se les cree en absoluto ese romance prohibido. El seno familiar Reynolds al menos resulta entretenido y natural de ver, y hasta en ciertos momentos la angustia de Pearce es notable en el papel de un alma bohemia atrapada en una vida suburbana.
Un par de revelaciones, un accidente muy evidente, un recital clásico y un par de notas furiosas en el piano son lo que nos deja Breathe In, una película tan sosa que quiere hacerse pasar por naturalista y no puede. Pasión Inocua hubiese sido un título más apropiado.
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