Crítica de Blair Witch

Un grupo de estudiantes universitarios se adentra en el bosque de Black Hills, en Maryland, para descubrir los misterios alrededor de la desaparición de la hermana de James, lo cual muchos creen que está relacionada a la leyenda de la Bruja Blair.

Al día de hoy, The Blair Witch Project es uno de los films independientes más exitosos de la historia y sin duda de los más rentables. Con un presupuesto ínfimo, arrasó en la taquilla de 1999 y se convirtió en un fenómeno cultural. Con el visto bueno de la crítica y el público, revitalizó el estilo del «found footage», que existía desde hacía casi dos décadas pero con pocos exponentes, y se convirtió en una referencia de la materia por los años siguientes. Al momento de su estreno, la duda estaba sembrada acerca de si las imágenes eran o no reales e incluso se había asegurado que los protagonistas estaban «desaparecidos», con falsos reportes de la Policía que daban sustento a la historia. Una película adelantada a su tiempo, previo a la explosión de Internet, cuya campaña se valió de todo recurso para hacerla «viral», años antes de que ese término llegara a nuestra vida diaria. ¿Cómo se puede seguir desde ahí? Está la manera equivocada y la de Adam Wingard, que es mejor.

La errónea es la que con frecuencia explora la industria. Apurar una secuela como Book of Shadows: Blair Witch 2, con un presupuesto millonario y pocas ideas para tratar de ordeñar un poco más el éxito previo. El resultado fue un film incoherente que no le gustó a nadie, que tuvo un buen paso por la taquilla como para dejar a los productores satisfechos, pero que anuló futuros planes de expandir la saga. 16 años después llega Blair Witch y su lanzamiento también es una sorpresa para los tiempos que corren, dado que no se sabía de su existencia hasta hacía poco menos de dos meses. Se conocía, a principios del 2015, que el realizador y su frecuente colaborador Simon Barrett trabajaban en The Woods, pero guardaban con firmeza el secreto de que en verdad se trataba del proyecto que nos compete. Al revés que en el momento de la llegada de la original, aquí se valieron de la completa reserva para que la película no sufriera de repercusiones negativas, como las que hoy en día tiene cualquier anuncio de un reboot o remake.

De movida hay un escollo bastante importante que el realizador debe sortear y tiene que ver con el «metraje encontrado». Daniel Myrick y Eduardo Sánchez hicieron su película revolucionaria cuando el subgénero no estaba tan explorado, antes del estallido de Paranormal Activity y la catarata de estrenos similares que exprimieron y saturaron el recurso. Wingard y Barrett vienen del ámbito del terror, pero sin haber trabajado previamente la técnica del found footage, algo que a fin de cuentas juega a su favor. No es tarea fácil ofrecer algo que sorprenda cuando la cuestión está tan desgastada, pero la dupla ya había demostrado saber de géneros y sobresalir allá donde otros se estancaban, con pequeñas joyas como The Guest y You’re Next en su filmografía. Blair Witch está ejecutada con la destreza que se esperaba y, en ese sentido, no defrauda.

La película, además, tiene el gran mérito de recuperar los sustos. No son efectistas, sino que hay una tensión palpable y permanente mientras los protagonistas están varados en el bosque, con picos de angustia en los momentos en que la muerte se asoma para que la vean. Hay una tímida ampliación de la mitología en torno a la Bruja, con flashes del terror que acecha entre los árboles, lo que sucede con el tiempo y la noche o con una impactante revelación acerca de lo que hacen las figuras humanas de ramas, aunque pareciera quedarse dentro del terreno de sombras propuesto por la original. Se vale también de todo lo que la tecnología actual ofrece para construir su historia, sean cámaras con bluetooth, con visión nocturna, un drone, GPS, celulares, pero ningún dispositivo cotidiano puede salvar a los jóvenes de lo desconocido. Por más moderno que sea todo, nada va a impedir que la linterna se apague en el peor momento. Y ahí es donde reside el mayor inconveniente del film.

Blair Witch puede estar llevada adelante con maestría, pero no deja de ser una versión pulida de la primera. Hay más personajes y nuevos recursos, pero se incurrirá en conflictos similares, tomarán las mismas decisiones cuestionables, el patrón de descubrimiento de que algo los persigue es el mismo y, a fin de cuentas, da la sensación de que Wingard y Barrett jugaron sobre seguro. Myrick y Sánchez tuvieron la idea hace más de 15 años y la delinearon sin demasiada rigidez, con lo que había libertad creativa para romper el molde. La nueva dupla hace un reboot/secuela que es meritorio y refuerza la noción de que son dos voces a seguir bien de cerca dentro de la industria. Pero más allá de la pericia a la hora de conducirla, necesitaba una pizca más de riesgo que diera espacio a la innovación.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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