Crítica de Black Swan / Cisne Negro

En este drama/thriller psicológico Natalie Portman interpreta a una bailarina clásica que tiene la oportunidad de su vida al encabezar una obra, pero deberá sobreponerse a las presiones y rivalidades del ambiente que la llevarán a un estado mental en el que no todo puede ser real.

En este drama/thriller psicológico Natalie Portman interpreta a una bailarina clásica que tiene la oportunidad de su vida al encabezar una obra, pero deberá sobreponerse a las presiones y rivalidades del ambiente que la llevarán a un estado mental en el que no todo puede ser real.

En el 2008 Darren Aronofsky presentaba The Wrestler y con ella lograba un doble rescate, aunque sólo uno trascendiera. Esta muy buena película fue para Mickey Rourke lo que Pulp Fiction significó en los ’90 para Travolta, un gran papel capaz de sacarlo del infierno de las películas insignificantes para devolverlo con gloria al star-system, lo que también supuso un regreso triunfal para el director tras el fiasco de The Fountain. En esta oportunidad el realizador elige un planteo similar al de su último éxito, va a hacerse cargo de mostrar lo que ocurre tras bambalinas en el mundo del ballet, ya que sabe que no todo sigue brillando cuando las luces se apagan y los aplausos terminan. Mientras que en su anterior film la carrera de Randy “The Ram” Robinson estaba terminada, en Black Swan Nina Sayers (Portman) recién la está empezando. Ambos quieren estar ante los reflectores, él buscando un pasado de orgullo, ella aspirando al futuro brillante que tiene por delante. Dentro de este mundo de la danza hay un personaje similar al interpretado por Rourke que es el de Winona Ryder, una bailarina mayor que en su momento fue la mejor, a la que obligan al retiro y a traspasar el trono a otras más jóvenes. Esta inevitable lucha entre generaciones es uno de los temas tratados por Aronofsky, quien hará foco principalmente en las presiones a las que se someten estas nuevas bailarinas para hacerse del puesto.

Nina sigue un riguroso estilo de vida sin ningún tipo de libertades, lo cual pone en riesgo no sólo su salud física sino también la mental. A lo largo de toda la película ella experimentará alucinaciones que la llevarán a un estado psíquico peligroso para sí misma, así como supondrán puntos de quiebre en la historia que conducirán hacia caminos insospechados. La compañía de baile ejecuta El lago de los cisnes, obra que se ha realizado hasta el hartazgo pero nunca con la misma bailarina interpretando al mismo tiempo dos papeles tan disimiles como el del Cisne Blanco y el Negro. La protagonista es la elegida para desempeñar ambos roles, disparando un conflicto consigo misma dado que si bien su inocencia y pureza la hacen capaz de ejecutar a la perfección el primero de ellos, no es ni apasionada ni sensual como para desarrollar el segundo. Esto supone un problema ya que Lily (Mila Kunis) forma parte del mismo grupo y, si bien no domina la técnica como la otra, es capaz de ponerse en contacto con sus dos mitades. De la mano de esta, el cisne blanco irá descubriendo su lado oscuro y autodestructivo a partir de la liberación sexual que la opone a su madre castradora (Barbara Hershey) y la lleva a disfrutar del presente y la vida, que si bien es arriesgado conduce a perfeccionar su baile.

Párrafo aparte merece Natalie Portman que brinda una gran actuación digna de elogios. Ella sufrió varias lesiones a lo largo de la filmación, las cuales le tiene que haber brindado una perspectiva única para comprender las presiones que enfrenta una bailarina clásica, permitiendo a la actriz llegar al límite tanto físico como psíquico. Los dos cisnes que representa en la obra son las dos caras de un personaje complejo y arriesgado al que logra dominar con soltura y del que se apropia en cada una de sus apariciones.

El director logrará sostener con pericia esta lucha interna a lo largo de un film estéticamente impecable. La famosa danza del ‘Cisne Negro’ se hace esperar a lo largo de 108 minutos y, conscientes de su importancia, Aronofsky y Portman la ejecutan con la categoría suficiente como para convertirla en una escena antológica. Bellamente desarrollada, Black Swan es una sumatoria de partes destacables que resultan en un gran todo. Un muy buen trabajo de guión y dirección, sumado a una brillante actuación de Portman y compañía tienen como resultado una gran película cuyo reconocimiento es más que merecido.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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