Se trata de una crónica de la desgarradora e inspiradora experiencia de supervivencia, recaída y recuperación de una familia, que debe lidiar con la adicción a lo largo de muchos años.
«Hay momento en que lo miro, a este chico que crié, que creí conocer por dentro y por fuera, y me pregunto quién es». David Sheff ya no sabe como ayudar a su hijo, quiere entender por lo que está pasando pero no logra hacerlo, quiere estar ahí para él pero es cada vez más difícil acompañarlo. Beautiful Boy cuenta la historia de un padre y la lucha contra la drogadicción de su hijo. Una película lacrimogena que se hace muy larga y que se destaca por la brillante actuación de Timothée Chalamet.
Felix van Groeningen dirige y escribe -junto con Luke Davies– este drama basado en una historia real y tomando como base los libros escritos por los verdaders David y Nic Sheff. La película sigue a David, interpretado por Steve Carell, en su intento por ayudar a su hijo. Nic (Timothée Chalamet) tiene 18 años y es adicto a las drogas. La primera linea es el principio de la película, David quiere saber que es lo que la adicción le hace a su hijo y como puede ayudarlo. Esta entrevista es el hilo conductor de gran parte del film que se narra a través de varios saltos temporales y estos diferentes arcos van avanzando y entrelazándose durante las dos horas. Se ve la relación que tenían antes de la adicción, a Nic de pequeño y porqué el porqué de su cercanía y se ve toda la adicción, las intervenciones y las recaídas constantes.
La película en los aspectos técnicos es impecable, el montaje es fundamental y es brillante, la fotografía es precisa y cada una de las tomas transmite más de lo que se ve a simple vista y están cargadas de emoción. La musicalización, la dirección de actores. En esto es irreprochable, sin embargo, el guion es repetitivo. Si bien cuenta una historia real y sigue una linea lógica, es agotador ver recaída tras recaída, el quiebre que produce en la familia cada vez que la rehabilitación falla, los momentos de esperanza son ínfimos y la película pesa sobre los hombros de un espectador que siente que las dos horas duran el doble. Es cierto que el camino de recuperación de un adicto está lleno de baches y en una historia así debe reflejarse, pero no logra atrapar lo suficiente y se hace tedioso.
Con estos factores y todo, la película es necesaria para retratar lo dura que es la adicción. Es clara y muestra todos los aspectos. La retrata como lo que es: una enfermedad que afecta tanto al que consume como a las personas que lo rodean, muestra lo dura que es la recuperación, la realidad de las familias que no pueden hacer nada para ayudar a sus seres queridos. Lo difícil que puede resultar la incondicionalidad y las decisiones que cada uno debe enfrentar.
Pero la actuación de Chalamet merece un párrafo aparte. Este actor sigue demostrando que es uno de los mejores de su generación. Su retrato de un adicto es demoledor, con una mirada logra decir todo lo que no está en sus líneas. La lucha constante en la que se encuentra se puede ver en su mirada, sus gestos y silencios. Tiene una potencia que no suele verse en la gran pantalla y merece todo el reconocimiento que está recibiendo (y más). Se pone la película en los hombros y vale la pena verla sólo por lo que hace. Carell está correcto pero hay momentos muy emotivos o fuertes en los que parece tener problemas con las líneas y se siente como el principio de un momento cómico cuando es todo lo contrario.
Una fuerte y cruda representación de la adicción, el daño que provoca y lo difícil que es salir de ella. Por momentos larga o densa, pero no deja de ser real y necesaria. Quizás no es ideal para ver en el cine, sino en casa y tener la facilidad de ver algo después que saque la amargura que tan bien genera Beautiful Boy.
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