El retrato de tres mujeres trans de barrios humildes que batallan diariamente contra los prejuicios y la hostilidad del mundo que las rodea, mientras intentan ser fieles a sí mismas y sus anhelos.
La audacia en el cine de José Celestino Campusano (Hombres de piel dura, Vikingo) viene de la mano de su toque y visión, no solo para aquellas realidades de minorías e historias no convencionales, sino también para exhibir en profundidad aquello que otros cineastas no se animan a alcanzar, sean las dicotomías más carnales de sus protagonistas como violentas y explícitas agresiones alimentadas por la necedad. Fiel a su estilo, se sumerge de lleno en el universo trans y travesti del conurbano bonaerense para narrarnos una película en la que sus temas habituales como la corrupción, la marginalidad y la soledad enmarcan las historias de sus protagonistas.
Morena, Claudia y Myriam viven en un mundo cargado de prejuicios diarios en la localidad de Avellaneda. Morena trabaja en una fábrica textil, donde lucha por ser aceptada como igual, tanto en el trato entre compañeros como en el uso del sanitario femenino. Claudia es profesora de secundaria y enfrenta el constante rechazo al momento de presentarse a un puesto laboral y a la reacción iracunda de los padres de sus alumnos. Mientras que Myriam, a diferencia de sus amigas, ejerce la prostitución en el ámbito policial, un lugar viciado y pervertido. En menor medida, el film ofrece también la historia de una amiga de Morena en una relación heterosexual convencional, pero salpicada de engaños y mentiras que aluden a un camino bifurcado, generalmente mezclado, entre discurso y accionar en las relaciones amorosas.
Al igual que en trabajos anteriores, Campusano comparte su costumbre de presentar, mediante ficciones protagonizadas por no actores, la periferia de la sociedad y sus conflictos cotidianos. Conflictos que sabe mostrar de manera afilada y que dejan lugar a la disertación; ya lo expresa uno de las personajes en un momento íntimo de diálogo sincero cuando afirma: «Incomodamos a todo el mundo porque no saben cómo tratarnos». El abuso de poder, la violencia psicológica, la hipocresía y la corrupción están presentes en todo momento, rechazando con vehemencia cualquier intento de integración social y encasillando a nuestras protagonistas en aspectos donde la mayoría se siente fácil y cómodo de aceptar. Eso es justamente lo que se propone romper el director; su objetivo es exponer una verdad incómoda y molesta.
Visceral, por momentos cruel, pero también natural y honesta; diferente, como sus protagonistas, pero 100% humana. Bajo mi piel morena es una obra en la que veremos un esfuerzo constante de los personajes por construir su propio espacio, alejado del recelo de la sociedad y contextualizado mediante el relato personal y directo de personas que pasan a nuestro lado y no las vemos.
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