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Tuvieron que pasar 10 años para llegar al evento cinematográfico más imponente y aguardado por los fanáticos marvelianos. La década de construcción de un universo, película a película, presentando a Iron Man, Thor, Capitán América, Hulk, Spidey, los Guardianes de la Galaxia, entre muchos otros, culmina con la reunión de todos ellos para enfrentar al villano más amenazante y despiadado hasta ahora, Thanos. Avengers: Infinity War entrega lo esperado -tanto por lo bueno como por lo malo- y se anima a un poquito más, logrando una producción a la altura de lo que representa esta guerra en donde nada volverá a ser como antes, con nuestros héroes encontrándose por primera vez en el pozo más desesperanzador en el que jamás imaginaron caerse.

Infinity War no deja acomodarse en el asiento al espectador y ofrece desde el primer momento una secuencia impactante. Toma como punto de partida el final de Thor: Ragnarok -importante, más que nunca, estar al tanto de todos los films preliminares- y Thanos ya entrega una muestra de su brutalidad y ambición. Batalla tras batalla, pelea tras pelea son las secuencias que conforman un film que, de buena manera, se convierte en una transición, un puente, hacia lo que será su secuela aún sin nombre.

Los hermanos Joe y Anthony Russo, encargados de -en opinión generalizada- dirigir dos de los mejores films del armado colectivo, como son Captain America: The Winter Soldier (2014) y Civil War (2016), hacen lo mismo con este en donde, aún sin poder desprenderse de la épica superheroica que caracteriza a las dos producciones de Avengers, logran darle una impronta más contemplativa y trágica en la que comienza a aflorar un halo de angustia y desaliento alrededor de los personajes, uno que va creciendo con el correr de los minutos.

El característico humor descontracturado de los Guardianes de la Galaxia parece haberse diseminado por todos los personajes, los recurrentes chistes enturbian levemente el gran tono que los hermanos saben darle al film. Porque si hay algo que sobrevuela el universo del presente proyecto, es una sensación inaguantable de que no hay vuelta atrás, que la siempre constante luz al final del túnel se ha extinguido, y gran responsable de eso es el antagonista.

El Universo Cinematográfico de Marvel encuentra al fin, en Thanos, al gran villano que estuvo buscando durante diez años, aquel por el cual vale pagar la entrada de cine. Sin necesidad de salvajismo o maldad extrema, la frialdad y sensibilidad del personaje interpretado por Josh Brolin se imponen por sobre la presencia del poder de los héroes. Quizás Thanos sea el primer personaje del MCU que se vea retratado con tanta humanidad y profundidad; su ambición desmedida es proporcional a la fuerza de las razones por las que actúa como lo hace.

No hace falta referirse a la espectacular factura técnica, redundante de mencionar en este tipo de film; ni siquiera pronunciar palabra acerca de los códigos clásicos de las películas de superhéroes como pueden ser los rescates a último momento, la fuerza sacada del interior, el triunfo sobre la adversidad y demás. Avengers, en ese sentido, es la repetición perfecta e incansable de ese código.

El resultado de Infinity War es mejor de los esperado, más interesante que el promedio de los films del MCU. No son solo héroes pateando traseros y malos siendo malísimos. La película funciona más como una elegía a algo que no volverá, que sin importar si los héroes triunfan o fracasan, algo se ha roto en ellos. Se ven vulnerables, incapacitados, enfrentados y abrumados contra un Thanos que, admitiendo su sufrimiento, promete destruir todo lo conocido hasta ahora por los espectadores.

 

 

 

 

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