A través de la plataforma Netflix, uno de los espacios de streaming que ha apostado por ofrecer trabajos de nuevos talentos, autorales y/o poco probables de ser exhibidos en grandes salas de cine, encontramos el primer largometraje de ficción de la directora y actriz franco-senegalesa Mati Diop. Titulado Atlantique (Atlantics en inglés), es una obra inspirada en uno de sus tantos cortos documentales, también nombrado como el film y estrenado en el año 2009.
Esta nos narra la dramática historia de amor de una joven pareja senegalesa: Ada (Mama Sane) y Souleiman (Ibrahima Traore), dos enamorados que tratan de estar juntos a pesar de saberse perdidos en una relación truncada por primitivas tradiciones y diversos problemas sociales y económicos. Recreando el aura trágica de la épica obra «Romeo y Julieta», el argumento de Atlantique se basa en un amor imposible, una relación sin futuro que se ve mutilada porque Ada debe casarse –obligada- con Omar (Babacar Sylla), un exitoso y adinerado empresario, mientras que su verdadero amor, Souleiman, debe partir a Europa, específicamente a España, con varios de sus compañeros y en busca de un futuro mejor, luego de pasar meses sin cobrar en su trabajo como obrero de la construcción.
Aunque al principio el film se nos presenta como una historia de amor convencional, este toma un giro inesperado cuando comienzan a suceder cosas realmente extrañas, paranormales, logrando pasar ser una drama romántico a un thriller policial lleno de suspenso, uno de los tantos puntos positivos que le permitió, además, llevarse el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes (2019) y la mejor ópera prima en el Círculo de Críticos de Nueva York (2019).
Estos hechos sobrenaturales, expuestos en la segunda parte de la película, comienzan a ser investigados por Issa (Amadou Mbow), quien poco a poco irá descubriendo que todos los hechos están relacionados con los jóvenes que partieron a Europa. No obstante, a pesar de los giros sorprendentes que hay a lo largo del largometraje, hay elementos narrativos que no terminan de encajar, haciendo que la historia se sienta pesada, hasta el punto de llevar a la soñolencia al espectador.
Pero no podemos negar que Mati Diop, con la dirección de fotografía de Claire Mathon, logra que ciertas fallas del discurso se vean minimizadas, gracias al hermoso trabajo de una estética onírica, muy al estilo del cine del tercer mundo -o tercer cine-. Nos brinda así un poema visual fresco y seductor, que nos permite recorrer la ciudad de Dakar en tanto pone la lupa en temas tan polémicos como la lucha de clases, la emigración por falta de oportunidades y el deseo por parte de las jóvenes senegaleses de superar viejas tradiciones que aún permanecen arraigadas en la África contemporánea, mientras el mar aparece como un elemento recurrente que nos habla de las inmensas dificultades de la vida.
En resumidas cuentas, Atlantique puede ser considerada una película arriesgada y creativa, que nos muestra una mirada sensible sobre los problemas sociales y culturales que deben afrontar los jóvenes de la región, lo que hace del film una pieza digna de ver y disfrutar.
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