Crítica de Aterrados

Gente que desaparece. Muertos que vuelven de sus tumbas. Voces en los drenajes de agua. El comisario Maza, junto a los investigadores paranormales Allbreck, Jano y Rosentock, tratarán de develar este misterio antes de que el mal destruya la existencia de la humanidad.

Es redundante hablar del crecimiento exponencial que el cine de género nacional viene gozando en la última década. No solo por las producciones sino también por la distribución y difusión de extrema importancia -como lo son el Buenos Aires Rojo Sangre o el Blood Window-, es que el cine de género ha pasado de ser cosa amateur a una forma de relatar concisa y seria. De la mano de un experimentado como Demián Rugna llega Aterrados que, a pesar de lo tendencioso y poco discreto de su título, quizás represente una de las propuestas más atractivas del terror nacional.

Una primera secuencia -sin nada original, impactante y con efectos visuales demasiado delatores- es solo el ápice de algo en lo que no se convertirá el film. Si bien aquella es el detonante por la que el conflicto comienza a desarrollarse, el tono trillado y fastidioso que expone rápidamente devendrá en algo completamente diferente, más sombrío y perturbador, con una falta de solemnidad que explota en forma de aire fresco para los relatos sobre eventos paranormales.

La actividad sobrenatural que comienza a generar un miedo incontrolable en un barrio de Buenos Aires llama a que tres investigadores, junto con la ayuda del comisario Funes (Maxi Ghione), se vean en la complicada tarea de descubrir qué sucede. Ante esta premisa, el film da un viraje muy pronunciado en cuanto a cómo Rugna, también guionista, decide encarar esta pesquisa.

El espectador, atormentado por estos sucesos inexplicables, se encuentra con unos investigadores resueltos a cumplir su trabajo, uno en el que ellos -en expresión bien porteña- la tienen clarísima. Parece que el tono levemente jocoso que aportan estos personajes puede llegar a terminar con el conflicto planteado; pero allí es cuando Rugna decide trasladar el punto de focalización al comisario Funes, presentado en los primeros minutos de metraje pero sin mayor protagonismo aparente, un hombre asustadizo y con problemas de salud que ve su escepticismo hecho trizas cuando lo paranormal comienza a amenazarlo.

La dirección de Rugna hace que el relato se vuelva brutal y realmente aterrador. Independientemente de la baja calidad de los recursos digitales a lo cuales alude continuamente, el director logra un excelente resultado. Parte de los clichés para entregar una obra sumamente valorable, distinta. El tiempo dirá si Aterrados quedará en los anales del cine de horror nacional, sin embargo por lo pronto podemos contar con el disfrute de un film que da un paso muy importante en el largo camino que el género viene recorriendo.

 

 

 

 

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Matías Carballa

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