Crítica de Araña

Tras la reaparición de un compañero del Frente Nacionalista Patria y Libertad, una empresaria exitosa hará lo que pueda para que no se divulgue el pasado fascista y violento que comparte junto a su esposo.

El pasado latinoamericano está lleno de grupos nacionalistas que eligieron la violencia para alzar sus ideales. En la historia de Chile, el Frente Nacionalista Patria y Libertad fue un grupo fascista que buscaba la revolución mediante la constante agresión a las políticas marxistas y el gobierno de Salvador Allende. Antes de su disolución tras el golpe de Estado de 1973, fueron responsables de varios atentados contra el país, como lo fue el asesinato del edecán naval Arturo Araya Peeters.

Andrés Wood no es ningún extraño en cuanto a representar esa parte violenta de la historia chilena en el cine. Es a partir de Patria y Libertad que se basa en la realidad para traer al presente un drama que intenta -y falla- en ser tan político como romántico. A pesar de un gran elenco y correctas actuaciones, Araña aporta una ficción poco interesante que eventualmente pierde el sentido narrativo.

Inés (Mercedes Morán) es una exitosa empresaria y teme que el pasado que comparte junto a su esposo Justo (Felipe Armas) en el grupo Patria y Libertad salga a la luz, ya que Gerardo (Marcelo Alonso), un compañero cercano a ella de aquellos tiempos, reapareció después de décadas y fue encerrado en un psiquiátrico. Así, la película se mueve constantemente entre el pasado y el presente: por un lado el principio de los ’70 en el que se desarrolla el triángulo amoroso y se recrean las violentas represalias del frente nacionalista; y por el otro la actualidad, en la que Gerardo representa una amenaza a la vida en lujos e impunidad de la pareja.

Wood toma como base una parte tan propia y nacional de la historia chilena e igual logra que sea comprensible para cualquier público, aunque claro que quienes estén familiarizados entenderán mucho mejor el contexto. Se para sobre un movimiento real para narrar los problemas de una pareja. Es en este punto donde comete el error de no aportar nada original a la ficción así como no sorprender con lo que sí fue real.

El hilo narrativo va y viene entre el pasado y la actualidad. En vez de aprovechar este recurso para explicar algo que se desconozca en el presente, lo utiliza para demostrar lo que los personajes y la audiencia ya saben que pasó. No hay misterios que planteen en el 2019 que se respondan en 1973. A pesar de haberse construido principalmente en base a un drama romántico en un contexto político, por priorizar la realidad abandona la lógica con la que se había desarrollado su personaje principal. Por eso es que para el final, Araña es un documental manejado por una ficción.

Más allá de eso, vale destacar tanto la decoración y ambientación del Chile en los ’70 así como las actuaciones. El personaje más interesante, ya que es quien mueve los hilos de la trama, es el de Gerardo. Ambas versiones, interpretadas por Pedro Fontaine en su juventud y Marcelo Alonso en su adultez, comparten los mismos rasgos de fuerza, determinación -política y amorosa- y peligro. Por otro lado, el problema más polémico viene por la protagonista.

Inés es el indiscutido personaje principal; una chilena que en el pasado apoyó a un grupo fascista y nacionalista que hace un particular hincapié en que «Chile es para los chilenos». Sin embargo, en un elenco principalmente nacional, las dos actrices que se ponen en su piel son extranjeras. Por un lado la joven española María Valverde, y por el otro Mercedes Morán, una de las actrices más reconocidas y talentosas que tiene la Argentina. Sucede con ella que entre el forzado acento chileno salta el castellano argentino, una mezcla que hace un notorio mal ruido y descoloca de la película.

Araña es un film apenas correcto. Aunque bien contada, la fuerte historia que toma como referencia gana demasiado protagonismo hacia el final y desplaza la trama que venía construyendo. Desaprovecha un valioso recurso narrativo así como la oportunidad de jugar con el pasado y arriesgarse con un mensaje que trascienda entre tanta violencia e impunidad.

 

 

 

 

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Santiago Mallea

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