La misma sigue a la joven Annie, niña en adopción en un hogar controlado por la señorita Hannigan, la cual es adoptada por el millonario Will Stacks en el marco de su campaña para alcalde de la ciudad.
Annie comienza con un buen guiño del director Will Gluck, una toma de postura que se diluye con el correr de los minutos. Una Annie pelirroja, referencia directa a la tira diaria de principios de los años ’20 así como al film de John Huston, expone un trabajo ante una clase que manifiesta su desagrado, lo que da paso a la entrada de Annie B, interpretada por Quvenzhané Wallis. Es un chiste que funciona y augura cierta distancia respecto a las azucaradas versiones que se conocen del personaje. Se pasa después a poner en práctica uno de los mejores recursos con los que el musical contará, que es integrar sonidos de ambiente como instrumentos que dan ritmo a la narrativa. El film parece encaminado, pero hay algo que no está bien y esa sensación no hará más que crecer a medida que esta avance.
Esta nueva versión deja de lado la época de la Gran Depresión y se ubica en la actualidad, con una historia más «sensata» respecto a cómo la huérfana del título llega a vivir con un multimillonario. El hombre es un magnate de la telefonía celular que quiere ser alcalde de la ciudad y una oportunista campaña para mejorar su imagen hace uso de la niña, quien se vuelve una sensación en redes sociales. Hay mucho de contenido moderno con el que se dota a esta remake, ni hablar de la música original que cuenta con arreglos de Sia y Greg Kurstin para acercarla a los tiempos que corren. Sin embargo, en su núcleo, es una producción pasada de moda. Como el comerciante que borra la fecha de vencimiento de sus productos para que duren una semana más a la venta, es un film que huele a rancio pero que se lo decoró de otra forma para que se lo consuma hoy.
Con producción de Jay-Z y Will Smith, el film hubiera supuesto otro intento nepotista del actor por instalar a uno de sus hijos en la industria, dado que hace algunos años iba a ser Willow Smith la protagonista. Una maniobra así denota qué es lo que se buscaba con un proyecto como este, que sinceramente es una gran oportunidad para que todos los involucrados malgasten su talento. No se puede decir nada de la joven Wallis, nominada al Oscar por Beasts of the Southern Wild, una niña de 11 años eficaz y encantadora en su papel, o de una Rose Byrne a quien la comedia le hace muy bien y siempre cumple. Salvadas ellas dos, son un espanto los papeles de Jamie Foxx y, en mayor medida, Cameron Diaz. La sobreactuación de ambos lleva a que toda la puesta en escena sea poco realista y difícil de ver. Él no sirve en la piel de un empresario duro de corazón blando ni ella como una villana hiperbolizada, al punto de que se ruega que tenga menos tiempo de pantalla para ver si la película puede mejorar.
Por fuera de quienes están delante de cámaras, es una chance malograda para Gluck y la guionista Aline Brosh McKenna, quienes parecen haber perdido ese filo de sus primeros años. Él, responsable de comedias románticas más jugadas como Easy A o Friends with Benefits, ella la escritora de The Devil Wears Prada, entregan un film aniñado e irregular que en ocasiones funciona pero a lo largo de sus dos horas atraviesa grandes dificultades. Sí, algunos números están bien y se emplean con tino algunos recursos que se han visto en sus trabajos anteriores –la falsa película, por ejemplo-, pero no son suficientes como para compensar el todo. Lo que en sus primeros minutos se anunciaba como distinto y punzante, a la hora de los créditos prueba ser mediocre y tibio. Annie es Chiquititas de Cris Morena pero con un presupuesto millonario.
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