Crítica de American Ultra / Operación Ultra

Mike es un joven que no tiene motivación alguna y que vive junto a su novia Phoebe en una pequeña y aburrida ciudad. Un día, su vida da un giro inesperado cuando su pasado vuelve para perseguirlo, y se convierte en el blanco de una operación de alto secreto del gobierno.

American Ultra, Jesse Eisenberg, Kristen Stewart

Por ahí bien se supo describir a American Ultra como una cruza entre la saga Bourne comandada por Matt Damon y la comedia drogada Pineapple Express, con la dupla Rogen & Franco. La comparación no está del todo errada, pero la segunda película de Nima Nourizadeh -director de la alocada Project X– no tiene el nivel de acción desenfrenada de la primera, ni tampoco la gracia de la segunda, sino que es un híbrido que se queda en muy buenas intenciones, con una premisa interesante, pero que es víctima de sus propias limitaciones.

Comenzar en media res, en un interrogatorio con el protagonista todo golpeado y con cara de pocos amigos, es una aciaga manera de iniciar la película. Por un lado, sabemos que el personaje se las ha visto negras y, por el otro, que ha sobrevivido a la odisea que plantea la historia de Max Landis. Es un dispositivo fílmico bastante utilizado, pero que le quita inmediatamente esa urgencia y el peligro que comporta descubrir que un cajero de minisuper drogado es en verdad un agente durmiente.

El frenetismo que Nourizadeh presentó en Project X más la fresca visión de Landis en Chronicle dejaba entrever una aventura lisérgica y descontrolada, pero American Ultra no es nada de eso. Tiene sus momentos de gloria, sangrientos y hilarantes al extremo, pero están tan diseminados a lo largo y ancho de la película que en ciertas ocasiones hay mesetas imposibles de franquear, aún cuando el carisma de Jesse Eisenberg y Kristen Stewart lo es todo para lograr química instantánea y que el espectador se preocupe por su futuro. Ambos demostraron tener buena piel en Adventureland, y esa presencia desenfadada que tienen le sienta de maravillas a esta pareja de jóvenes constantemente fumados, que se ven salidos de su elemento cuando un agente tras otro les da caza.

Detrás de un sólido elenco secundario –Connie Britton arma en mano, un cameo extendido de Bill Pullman y el histriónico asesino que encarna Walton Goggins, entre otros- hay interesantes escenas de acción bien dirigidas y coreografiadas, una buenísima banda de sonido que le da ese toque acelerado a la historia, pero que en definitiva una vez terminada la película -con pincelazos de secuela muy claros- no dejan un gran sentimiento de desenfreno, lo cual prometía a creces este proyecto. Se deja disfrutar, pero cuando el viaje se termina, ahí se queda.

6 puntos

 

 

 

 

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