Un grupo de cazadores embadurnados en barro para camuflarse se arrastran en una pradera, se preparan para perseguir a su presa. Entre ellos está Keda, el joven hijo del jefe y esta es su iniciación. Al grito del líder, empiezan a correr contra los bisontes, pero algo sale mal y el chico es dado por muerto. Este es el principio de Alpha, la película que muestra el surgimiento de la relación entre el hombre y el lobo con una de las fotografías más imponentes de lo que va del año.
Es cierto, esta historia la conocemos. Puede que no esta en particular, pero la trama de chico conoce animal y entabla amistad está contada hasta el hartazgo. Pero Alpha es diferente, no sólo es una versión sin ningún tipo de edulcorante, transcurre hace 20000 años en Europa y tiene escasas líneas de dialogo. Albert Hughes es el director e imaginó esta historia, pero fue Daniele Sebastian Wiedenhaupt quien la tradujo a guion cinematográfico y es en este momento que surge uno de los mayores aciertos: los personajes hablan en un idioma primitivo y no se expresan de más. Las líneas son cortas y muy pocas, las emociones no abundan y en muchas ocasiones directamente son remplazadas por gestos.
Keda (Kodi Smit-McPhee) es uno de los pocos jóvenes de la aldea que son elegidos para acompañar a los hombres a la caza, pero él es diferente, no encuentra en sí lo necesario para matar a un animal indefenso. «Su fuerte es el corazón, no la lanza», dice su madre, preocupada por lo que pueda llegar a pasarle en el viaje. Tenía razón en estar inquieta, porque en la primera gran caza es embestido y arrojado de un acantilado por el animal que intentaba cazar. Queda inconsciente en una cornisa y es imposible alcanzarlo, su padre y el resto de los hombres de la tribu lo dan por muerto y lo dejan allí. Pero Keda sobrevive y, en una escena que logra angustiar y poner la piel de gallina, encuentra la manera de bajar.
Kodi Smit-McPhee realiza una interpretación emocionante. Encarna a un joven perdido, herido y, con muy pocas líneas y en un idioma desconocido, logra transmitir todo lo que se busca y otorgar a su personaje un arco narrativo profundo y sólido. El otro protagonista de la historia es el lobo. Cuando Keda está intentando sobrevivir, es perseguido y atacado por una manda de lobos y logra herir a uno de ellos, pero no puede matarlo. Aquí aparece el corazón que nombraba la madre y también el de la película: este joven herido, sólo y perdido decide curar al lobo que lo atacó. Así empieza la verdadera historia.
De a poco van mostrando cómo se genera el vínculo entre estos dos personajes, dos parias abandonados por sus manadas que se ayudan el uno al otro para sobrevivir. Una hermosa historia, una película de aventura de esas que no pueden fallar: tiene un perro que, en casi todas sus escenas, va a conseguir sacar un «awww» del público; pero también tiene a un actor que consigue conservar el protagonismo.
Alpha es una película hecha para ver en cine, en la pantalla más grande que se pueda (si es IMAX, mejor), la fotografía de Martin Gschlacht es uno de los principales elementos narrativos de la película. Cada una de las tomas es bella por sí sola, y muchas merecen ser cuadros de exhibición. Es a través de esto que se nos presenta el mundo en el que transcurre la historia: un lugar inmenso, salvaje, hermoso e incontrolable. Es una historia de supervivencia, un drama prehistórico pero, ante todo, es un cuento de amistad.
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