Hace más de 40 años, cuando no existían ni el heavy metal ni la democracia, desde el oeste de Buenos Aires surgió la primera banda de rock pesado del país. Sin difusión ni apoyo de ningún tipo crearon una mística y lograron llenar clubes, teatros y estadios, y en el momento menos esperado, en la cumbre de su carrera, se separaron. Esta es la historia de El Reloj y su música.
«Quiero contarte mi vida…»
«Si hubieran nacido en Londres o Birmingham serían una banda de referencia mundial», reconoce uno de los tantos entrevistados de Alguien más en quien confiar, en relación a la mítica El Reloj. Nacida en un polo rockero como es el oeste de Buenos Aires, la banda fue pionera en el terreno del rock pesado local y la potencia de su sonido en vivo los convirtió en fuente de influencia de muchas generaciones posteriores. El tiempo no fue justo con el «conjunto» que pudo ser reconocido a nivel internacional -pero atravesó diferentes conflictos que se lo impidieron-, tampoco por colegas que deberían citarlos con mayor frecuencia como referentes en sus formaciones. Así es que Matías Lojo y Gabriel Patrono se deciden a hacerle justicia a un grupo legendario, con un documental a la altura que le rinde homenaje y celebra su música.
El formato es tradicional, con entrevistados que dan sus testimonios a la cámara. Pero pronto quedarán expuestas las variantes que la dupla aplica a la hora de conducirlo. Como bien indica el subtítulo, se trata de una cronología, con lo que las decisiones creativas se toman con un respeto por la temporalidad acorde al nombre de la banda. Se traza una línea en el tiempo que se inicia en los años ’60 y se extiende hasta la actualidad, en la que se explora desde los primeros contactos adolescentes con la música hasta el presente, detallando cada uno de los pasos fundamentales que dio El Reloj en su camino, mientras se los entrecruza con las vicisitudes de un país siempre convulsionado como el nuestro.
Testimonios hay de sobra y no se quitaría ninguno, todos aportan su grano de arena en la construcción de la historia del grupo. En sus años atravesó múltiples formaciones, al punto de que no hay ningún integrante que se haya mantenido constante, con lo que son muchos los que pueden brindar sus recuerdos. También hay productores, plomos, periodistas especializados, músicos como Ricardo Iorio y algún familiar que contribuyen con sus aportes. Fueron tres años de investigación y rodaje que rinden frutos, uno se vuelve parte del recorrido de la banda y se involucra emocionalmente con ellos –es duro descubrir, conforme avanza la película, que uno de los que habla falleció en el último tiempo-. Todo se ve acompañado por sus canciones y una importante cantidad de material de archivo, con fotografías, videos, animaciones, afiches de sus presentaciones y recortes periodísticos que elogiaban el poder escénico de la banda.
Porque si hay algo que queda bien en claro es que a El Reloj había que escucharla en vivo, los discos contenían y limitaban el poder artístico de una banda integrada por músicos virtuosos, que debieron llegar más lejos. Que llenaron cada show que dieron desde el inicio y que en la cresta de la ola, después de dos Luna Park y previo a una gira por Brasil, tuvieron una separación que signaría su suerte. Es que no faltaron intentos por reflotar esa mística con múltiples formaciones –incluso una con los miembros originales, dos décadas después-, pero el tiempo fue cruel hasta para los dueños del reloj. Y es al día de hoy que la banda sigue en actividad, quizás más abocada al nicho del heavy metal que en sus tiempos no existía pero contribuyeron a cimentar. Ellos como Vox Dei, Manal, Almendra, Pappo’s Blues o Pescado Rabioso, agrupaciones con las que la historia fue más generosa. Alguien más en quien confiar viene a corregir algo de ese injusto «olvido» y en el proceso recluta a nuevos seguidores.
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