Crítica de A Walk Among the Tombstones

Matt Scudder, un ex-policía, ahora trabaja como detective privado sin licencia que opera fuera de la ley. Cuando acepta ayudar a un traficante de heroína a atrapar a los hombres que secuestraron y luego asesinaron brutalmente a su esposa, descubre que ésta no es la primera vez que se comete este tipo de crímenes aberrantes… ni será la última.

Con Liam Neeson convertido en una estrella madura del cine de acción, me llamaba poderosamente la atención A Walk Among the Tombstones, dado que no es frecuente que una película que lo tenga como protagonista pase desapercibida. Es un proyecto que fue anunciado apenas después de que el actor se vinculara a Non-Stop o Third Person, tiempo antes del estreno de Taken 2 o incluso previo a que A Million Ways to Die in the West siquiera estuviera en los planes, pero que recién mostraría sus primeras imágenes mucho después de que todos aquellos films vieran la luz. Incluso cuando se conoció un avance fue poco y mal publicitada -el adelanto revela demasiado-, especialmente con la calidad y el tipo de película que daba cuenta ser. Afortunadamente tiene su debut en cines, para mostrar una faceta del actor irlandés que hace tiempo no se ve, en un tipo de producción que hace tiempo no se hace.

Scott Frank, guionista de Minority Report o The Wolverine, es el director de este policial negro, que sigue a un detective privado sin licencia en la Nueva York de fines de los años ’90. No hay una misteriosa y hermosa mujer que lo acerque al caso de turno, sino un narcotraficante deseoso de venganza, cuya esposa fue secuestrada y asesinada pero que no puede recurrir a la Policía por su cuestionable forma de vida. Así se dan los lineamientos para un film noir de aquellos que se hacían tanto entre los años ’30 y ’50, pero que en la actualidad son cada vez menos frecuentes.

Una ciudad cruda y oscura, en zonas de edificios bajos bien retratados por el ojo del director de fotografía Mihai Malaimare Jr. (The Master), es el escenario para que Matt Scudder inicie su investigación, una que muestra su costado más sórdido. Asesinos, narcotraficantes, pervertidos, matones, el contacto del ex-policía retirado y alcohólico en recuperación es exclusivamente con lo más peligroso que se puede encontrar por la zona. Y Neeson aporta una de sus mejores interpretaciones de los últimos años, un hombre atribulado y con cara de haberlo visto casi todo, preparado para morir si a eso lo llevara su línea de trabajo, pero no como el sujeto dotado de un conjunto de habilidades letales en que se ha convertido desde la primera Taken.

La novela negra homónima de Lawrence Block es la fuente de este film –cerca de dos decenas de títulos tienen a Matt Scudder como protagonista-, que pierde un poco de sustancia a la hora de ser trasladada a la gran pantalla. Aún conociendo a la víctima, al asesino y al héroe casi desde el comienzo, la película atrapa y no suelta al espectador en sus casi dos horas de duración. El director se guarda de mostrar el rostro de los victimarios, aún así el público es omnisciente desde un primer momento y es tarea de Scudder el poner las fichas en orden para resolver el caso. El problema es que no termina de desarrollar a otros personajes fuera del detective y así su resultado es algo insatisfactorio. No quedan en claro las motivaciones de los secuestradores/homicidas, la raíz de su relación, el rol de las fuerzas de seguridad, aspectos que tienen su espacio en el argumento pero que posteriormente son hechos a un lado sin miramientos.

A Walk Among the Tombstones puede no pasar a los anales en la historia del género, pero es una propuesta efectiva que remite a un tipo de cine que ya no es corriente. No solo es bueno ver a Neeson en un tipo de producción diferente a aquellas en las que se encasilló durante el último lustro, sino que además es un auspicioso segundo trabajo de Scott Frank, quien ya había hecho un buen paso de guionista a director con The Lookout, otro proyecto afín.

Hay una buena idea, giros inesperados, una interpretación destacada de su protagonista -no hay que perder el rastro tampoco a Dan Stevens, en camino a ser una estrella- y el realizador demuestra tener un buen pulso para el suspenso. Lo curioso es que es en su faceta más reconocida, la de escritor, donde faltó ajustar algunas tuercas y desarrollar algunos elementos más de la trama. Desafortunadamente hay grietas que quedan expuestas y socavan lo que pudo haber sido una de las propuestas más contundentes del año.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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