Crítica de A Cure for Wellness / La cura siniestra

Un hombre viaja a los Alpes Suizos para retirar a su jefe de un instituto terapéutico, solo para descubrir que este se ha desvanecido. Él pronto sospecha que los milagrosos tratamientos del spa no son lo que aparentan.

Por primera vez el adjetivo «siniestro» en un título -mal- doblado al español adquiere sentido. Gore Verbinski, director de La llamada (o El aro) y las tres primeras películas de la saga Pirates of the Caribbean, presenta su historia más zafada y ambiciosa hasta la fecha. Las largas 2 horas 26 de duración permiten analizar diferentes aspectos, tanto positivos como negativos, de la construcción de un thriller maratónico que es entretenido, pero que tropieza en varias ocasiones a causa de un trabajo confuso de guión.

El empresario Lockhart, interpretado por la creciente estrella Dane DeHaan, vive de forma ajetreada en el convulsionado universo de los negocios y tiene una misión por cumplir para salvar su trabajo: debe traer a Nueva York a un importante ejecutivo que se encuentra en un centro de bienestar en una montaña, entre medio de los Alpes Suizos. Con el correr de los minutos el espectador empatizará cada vez más con el protagonista, que en un principio se muestra como un ser un tanto despreciable y, aunque quizás nunca deje de serlo, se topa con secundarios que hacen resaltar sus valores como persona.

Si bien muchas revelaciones y resoluciones resultan poco creíbles en relación a la lógica creada, en el fondo se nota la intención de parte de Verbinski y Justin Haythe (The Lone Ranger, Revolutionary Road) de crear una fábula perfecta y macabra sobre la incursión de la tecnología en el ser humano. Los enrosques y la información es tanta que la conclusión llega de forma confusa, ya que el clímax parece estar amasado y desparramado en diferentes escenas de la crudísima recta final. Aunque los humanoides que habitan el centro tienen todas las de ganar para darle un buen susto al espectador, los animales son los que se roban la atención.

El trabajo fotográfico de Bojan Bazelli y el apartado artístico del film es digno de nominación al Oscar -en este sentido, la Academia casi siempre la pega-. El predominio del blanco y la limpieza del edificio donde transcurre el 80% de la historia, así como también las enfermeras rubias, hacen acordar a Liv Ullmann en Persona, de Ingmar Bergman. Los alrededores del lugar se manejan por contraste, sobre todo la aldea, que es un espacio en donde los personajes son todo lo contrario a los que están arriba de la montaña.

No es la primera vez que la dupla Haythe-Verbinski pisa el palito. The Lone Ranger, su anterior film en conjunto, no tuvo la recepción crítica esperada. Pero el dúo se la vuelve a jugar con un proyecto, como mínimo, interesante. En cualquier charla de producción, café y propuestas de por medio, seguramente haya salido el bocadillo: “hagamos The Shining del siglo XXI”. La larga duración puede llegar a asustar, pero si hay algo en lo que la dupla sale airosa es en hacer pasar desapercibidos esos minutos. Verbinski maneja las tensiones con maestría y el andar del protagonista por el laberíntico hospital nunca se aletarga. Hacia el final, la trama se enrosca en sí misma y deja a la luz secretos que el espectador no tendría que saber antes de que se develen.

estrella3

 

 

 

 

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