Crítica de 1922

En el año 1922, un simple pero orgulloso granjero conspira con su hijo adolescente para asesinar a su mujer en pos de un provecho económico, sin saber las consecuencias que le traerán.

Culminando el estelar año de adaptaciones de la obra de Stephen King en la pantalla grande y chica, 1922 es la enésima historia del Maestro del terror y la segunda en cuestión de semanas que arriba a Netflix -por si se perdieron Gerald’s Game, acá va otra recomendación para que la vean-. Basada en una novela corta que se puede encontrar compilada en «Todo oscuro, sin estrellas», es un drama con toques de horror muy oscuros, fieles a la prosa del autor, que componen un diminuto film adaptado en forma excelente pero sin mucho para destacarse.

Thomas Jane (The Punisher) protagoniza notablemente lo que es su tercera incursión en el universo del escritor luego de Dreamcatcher y la fantástica The Mist. Encarna a Wilfred James, un sencillo granjero con un fuertísimo acento procedente de lo profundo de Nebraska, quien se encuentra muy a gusto con la vida campesina que lleva. Tiene un hijo adolescente (Dylan Schmid) que lo ayuda y una esposa (Molly Parker, presente en otro producto de la compañía como es House of Cards) que anhela salir de la vacua existencia hogareña y vivir una nueva vida en la ciudad. James, amante del status quo y adverso a cualquier cambio en su cotidianidad, ve las amenazas de su mujer como una espada de Damocles, pendiendo sobre su cabeza y sabiendo que el arma blanca imaginaria está próxima a caer. El drama familiar va enrareciendo el aire, hasta que una noche ese ambiente se vuelve tóxico y los hombres de la familia hacen lo impensable. Pero claro, las consecuencias de sus acciones volverán a atormentarlos y, al fiel estilo de Stephen, los resultados serán poco agradables…

1922 es un homenaje a «El corazón delator» de Edgar Allan Poe pero pasado bajo el filtro del rey del horror. Quizás fuimos malacostumbrados con el viaje de terror que la platea se pegó con It y al ver este drama sobrenatural piensen que no está a la altura. Básicamente, hay eventos puntuales que ocurren conforme transcurre el relato y el resto es creación absoluta de atmósfera por sobre sustos repentinos. En ese aspecto, es para aplaudir la adaptación fidedigna que logró Zak Hilditch tanto desde el guión como la dirección. Cada detalle escabroso de la nouvelle se encuentra en pantalla y resulta un tanto difícil dejar cosas de lado siendo el libro tan acotado, así como también se le puede aducir que no se le agregaron condimentos extra para sazonar el relato de rigor. Hilditch le es fiel a rajatabla a King, pero para destacar por sobre la media hace falta más.

Es odioso comparar, pero si ponemos lado a lado a 1922 con El juego de Gerald sabemos cuál sale ganando. La de Mike Flanagan, partiendo de un libro prácticamente infilmable, vibra como adaptación porque su creador le encontró la vuelta de tuerca para cambiar detalles del libro a su gusto, otorgándole vida propia a la película y haciendo que la conversión a film sea parte de la ingente filmografía del director. No pasa lo mismo con la de Hilditch. Calidad le sobra, tiene un diseño de producción de época intachable y una cinematografía preciosa a cargo de Ben Richardson, pero la fábula de moralidad macabra nunca sobrepasa lo que se espera de un producto de King. Momentos no le faltan, más de uno le tendrá fobia a las ratas si todavía no lo tiene, pero el delicado timing que posee y la carencia de ese factor horrorífico que caracterizan a las historias del autor puede que no agrade a más de uno.

Como adaptación, 1922 es uno de los trabajos más minuciosos que se han hecho del autor. Pero en papel, lo escabroso de la historia funciona mucho más que plasmado en la pantalla. Es una agradable película, que se deja ver, pero no pasará a la posteridad aún cuando las suma de sus componentes tiene una calidad impecable.

estrella3

 

 

 

 

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