Bertolucci y su cine: despidiendo al Maestro

El séptimo arte luce un listón negro por la triste partida del afable, inigualable y aclamado Bernardo Bertolucci, quien falleció a la edad de 77 años.

Si hablamos de inolvidables escenas, planos minuciosamente cuidados y obras cinematográficas esenciales, sin duda Bernardo Bertolucci es uno de los tantos nombres que se nos vienen a la mente. Para adentrarnos en su universo, debemos tener en cuenta que existen tres ingredientes de los que nunca carecen sus trabajos, al menos en los más fieles a su estilo: escenarios intrascendentes (en apariencia), los ideales y una sensualidad gobernada sutilmente por una pasión iracunda. La vasta filmografía del homenajeado habla por sí sola. En la misma encontraremos al mas puro Bertolucci, idealista y pasional, en tres films que convergen entre si.

En el año 1972, el italiano se reuniría con un maduro y consagrado Marlon Brando y una joven María Schneider en la controversialmente hermosa Last Tango in Paris. La película de Bertolucci y su título nos sugestionaban una historia romántica al estilo del director en cuestión, cuando en realidad estamos ante un drama que sensibiliza, seduce y enamora por su estética, fotografía, banda sonora y las valientes actuaciones de Brando y Schneider.

La historia transcurre en una Francia gris, monótona, y silenciosa, que refleja los sentimientos de Paul (Brando), un americano que entabla una relación plenamente sexual con la joven Jeanne (Schneider). Las tenues y lúgubres habitaciones y rincones del departamento donde nuestros protagonistas se encuentran, rápidamente se iluminan por la llama de la pasión que encienden en cada uno de sus encuentros, para luego nuevamente convertirse en un confesionario en el cual se depositan lágrimas.

Única por su estilo y temática, Bertolucci generó tanta polémica como elogios por parte de la crítica, que juzgaron plenamente las osadas escenas intimas de Brando y Schneider, quienes también manifestaron su disconformidad al respecto. Alejando el foco de la discordia meramente sexual que se le atañe al film, el mismo es un claro ejemplo de cómo el director italiano supo retratar una historia sobre el destino y cómo actuamos en nombre del amor, en lo que fue posiblemente el trabajo más sensual y erótico del cineasta, por lo que a la época respecta.

El éxito inmediato de Last Tango… llevó a Bertolucci a navegar otras aguas con Novecento, que lo juntó con las ascendentes estrellas del momento, Robert De Niro y Gerard Depardieu, acompañados de otras figuras como Burt Lancaster, Sterling Hayden, Donald Sutherland y más. La campiña italiana es el escenario donde la épica de Bertolucci transcurre mientras nos adentra en el origen del fascismo, siendo una amistad el estandarte de la revolución de los proletariados.

Olmo y Alfredo son dos niños que el destino unirá una y otra vez, no solo por el hecho de haber nacido el mismo día, o en el mismo lugar, sino que la ferviente lucha de clases a la que ellos pertenecen -Olmo hijo de trabajadores de la hacienda y Alfredo hijo del terrateniente de la misma-, está a punto de estallar; las familias de ambos se encuentran fuertemente enfrentadas por los ideales latentes comunistas de la clase trabajadora y el intento de los grandes terratenientes por detenerla.

La epopeya de Bertolucci es un clásico instantáneo que sensibiliza en cada uno de sus momentos, acompañado de la emotiva banda sonora dirigida por Ennio Morricone. Los apasionados discursos de Depardieu, el histrionismo con el que los enfatiza y la cámara que lo enaltece aún más, obligan al espectador a obviar la presencia de un De Niro pasmado por la actuación de su compañero. La obra de Bertolucci, las más larga de su carrera con casi cinco horas y media de duración, funciona como un falso documental que recorre los albores del siglo XX durante casi un centenario, y propone una amplia gama histórica para deleitar a quien se decida a mirarla; el comienzo de la primera guerra mundial, el despertar del comunismo y del fascismo convergen de forma asombrosa con el ingrediente de la pasión por la defensa de los ideales en cada monólogo de Olmo y una cuota de erotismo, dos componentes que no deben faltar en un film de Il Maestro.

De alguna manera en el 2003 el director se despedía con The Dreamers o Los Soñadores, en lo que seria uno de sus films mas sentidos y personales de su trayectoria, en un homenaje al cine, a la música, al amor, a la juventud y a la política. Sus pasiones quedaron impregnadas en uno de los trabajos mas hermosos de los últimos tiempos. Celebrada por un elenco compuesto por Michael Pitt, Louis Garrel y la femme fatale Eva Green.

La narrativa transcurre en el convulsionado Mayo Francés del ’68. Allí el joven americano Matthew, ávido cinéfilo, conocerá a los peculiares hermanos Theo e Isabelle, quienes le proponen pasar unos días en su casa mientras sus padres están de viaje. Las largas noches de charlas sobre los ideales, acompañadas de vinos y cigarrillos franceses, pronto se convertirán en un triángulo amoroso algo peculiar.

La liviandad con la que Bertolucci maneja ciertos tabúes sociales sorprende en cada uno de sus trabajos. En esta ocasión, la sensual y rara relación que los hermanos mantienen en el transcurso de la historia, irá forjando una cierta incomodidad que nos atrae aun más. Sin duda es un film que la misma critica describió como «Una Obra Maestra”, «Un clásico instantáneo», «Puramente Bertolucci», y si.. no se equivocaron. Su anteúltimo trabajo, luego de The Last Emperor (1987), es un vestigio de su grandeza como director y artista que conmueve con una sencillez como pocas veces se ha visto.

No queda más que agradecer al hombre, al artista, al director, que en cada uno de sus trabajos respetó y enalteció al Séptimo Arte. Son los maestros que hoy vemos sus frutos en cada uno de sus alumnos; como alguna vez él ha sido alumno, de aquí en más será, como ha sido, un referente para las próximas generaciones de directores. Sus películas ya son clásicos que se ganaron un lugar en el recuerdo de cada uno de nosotros, y para aquellos que todavía no han sido deslumbrados por los films del homenajeado, sepan que nunca es tarde para hacerlo.

Patricio Oberst

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