Hemel, el nombre de la joven y rebelde protagonista del film, significa cielo en holandés. La absorbente relación con su padre parece sobrevolar los escarceos amorosos de ambos, siempre a punto de pasar un límite tácito.
En la sección Competencia Internacional.
Hay en Hemel una suerte de inconsistencia en torno al nivel de provocación que la propuesta necesita. En sus primeras escenas se conoce a su protagonista, una joven de intensa vida sexual que, como se verá, tiene un complejo de Edipo no resuelto. La relación con su padre se aborda con sutileza, un tratamiento más centrado en miradas que diálogos, en forma tal que a medida que se profundiza ese problemático vínculo, se percibe como un progreso lógico.
En contraste con esa delicadeza, Hemel explora la sexualidad de su protagonista desde un costado, quedándose en el mero retrato de ciertas prácticas no convencionales en las que se demuestra la voluntad complaciente de su personaje central. Hay una intención de Sacha Polak de ligar los actos de su protagonista a sus daddy issues, llevándola a buscar el contacto físico con hombres maduros y en pareja, a la vez que al rechazo del soltero disponible y afectuoso. Hemel, una apuesta que compensa su sentido ritmo pausado con dos muy buenas actuaciones de Hannah Hoekstra y Hans Dagelet, cae así en una convención que no la favorece.
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