Una breve crítica de la nueva aventura de Scott Lang, para reflexionar el estado de este Universo Cinematográfico.
No puedo ser el único que tiene un problema con el sello Marvel desde el fin de la Saga del Infinito. Endgame cerró una etapa, en muchos sentidos, y me quedé afuera de lo que vino después.
¿Es fatiga? Hay algo de eso. Disney apostó a la producción incesante de contenido para mantener girando la rueda y en el período 2021/2022 estrenó 7 películas y 8 series en el marco de la llamada Fase 4. Para ser totalmente honesto con quien lee, lo único que vi es Thor: Love and Thunder. ¿No fue un exceso sacar 15 títulos en dos años? ¿Hubo algún estreno francamente imperdible?
Y entonces llega Ant-Man and the Wasp: Quantumania, la película que lanza la Fase 5, y me da la respuesta. Quizás el problema no sea mío sino de ellos. Quizás una respuesta más simple tenga que ver con qué proyectos están filmando. Porque si después de 14 títulos que me salteé, me veo una película que no es otra cosa más que un puente para una próxima entrega, bueno… puede que hayan perdido el toque.
Si, indudablemente una sencilla aventura en solitario del héroe Scott Lang lidiando con sus dramas familiares post-blip no tendría el mismo gancho para el público masivo que Ant-Man viajando a un peculiar universo donde conoce al próximo enemigo de Los Vengadores. El negocio manda, lo entiendo.
El resultado es una ópera espacial ligera y fácil de ver, en la que todo vale –la palabra «cuántico» justifica cualquier cosa-, con una gran cantidad de personajes random, un exceso de pantalla verde que no siempre se luce y un sentido del humor bastante limitado. Paul Rudd tiene el carisma intacto, pero hay mucho peso sobre sus hombros. Lejos está de las Guardians of the Galaxy o Thor: Ragnarok, que consiguieron resultados infinitamente superiores apelando a las mismas herramientas.
Quantumania no puede evitar sentirse como un trailer de 2 horas para lo que viene, como si fuera una extensa escena post-créditos de la futura Avengers: The Kang Dinasty. Se ocuparon tanto del gran armado y del próximo villano que se olvidaron de darle un buen trabajo al héroe de turno o siquiera de hacer una buena película. Errores que no se cometían cuando el Universo estaba todo por hacer y no había crecido a un nivel que perjudica a las pequeñas historias.
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