Los esfuerzos de la Oficina de Ciencias de Comportamiento por crear perfiles de asesinos en serie prosiguen mientras una ola de asesinatos en Atlanta requiere su pronta atención.
Lo bueno se hace esperar, dicen, y es por eso que hay un hiato de casi dos años entre el estreno de los primeros episodios de Mindhunter, lanzada en octubre de 2017, y su segunda temporada, la que nos compete, a mitad de agosto de este 2019. Pero por más que la espera se haya hecho interminable, apenas días y semanas transcurren entre el asfixiante final de la primera parte y el comienzo de esta segunda.
Tras colapsar luego de un ataque de pánico gracias a su encuentro cercano con Ed Kemper (un colosal Cameron Britton que es prácticamente un cameo esta vez), Holden Ford (Jonathan Groff) se encuentra bajo observación médica. A su vez, Bill Tench (Holt McCallany) sigue navegando aguas desconocidas en su hogar junto a su esposa Nancy (Stacey Roca) y su callado hijo Brian, un chico adoptado que no termina de encajar con los de su edad. A su vez, la profesora de psicología Wendy Carr (Anna Torv) prosigue con las investigaciones de perfilación criminal, sumando testimonios y próximas entrevistas de alto calibre para sus estudios. En un primer episodio demasiado bueno para ser verdad, un nuevo jefe arriba tras la inesperada jubilación de Robert Shepard (Cotter Smith) y en la piel de Ted Gunn (Michael Cerveris) las buenas venias y el incipiente interés del flamante director en la investigación del equipo prometen abrir puertas antes inaccesibles. Puertas como una entrevista a Charles Manson (Damon Herriman), el Santo Grial de los asesinos en serie aunque nunca haya cometido uno por mano propia.
Mientras los inicios de cada capítulo siguen la historia de Dennis Rader (Sonny Valicenti) en su camino a convertirse en el infame asesino BTK, es otro caso de alto calibre el que llamará la atención de la unidad. Es el triste caso de los asesinatos de niños acaecidos en Atlanta, Georgia, durante un período extendido desde 1979 a 1981, el que primero succiona a Ford hacia sus fauces, acudiendo a la plegaria de unas madres afroamericanas desesperadas por ponerle fin a una tragedia que parece aumentar día a día, bajo el desaire de las autoridades locales. Es en Atlanta, durante un verano específicamente cruel, que el FBI se verá inmerso en una caza persecutoria a una figura completamente elusiva mientras el escarnio público se hace presente, al irse apilando los cuerpos uno a uno, sin respuestas, sin indicios, y con escasas pistas para armar un perfil psicológico del asesino.
David Fincher vuelve a dirigir el primer tercio de la temporada, mientras que el resto se dividen entre el director Andrew Dominik (The Assassination of Jesse James, Killing The Softly) y Carl Franklin, estos últimos haciendo un excelente trabajo manteniendo la estética sombría siempre presente en los misterios criminales del reconocido cineasta pero, claro, aportando su impronta y visión a su tirada de capítulos. Parece una tarea titánica, pero entre los tres logran una divina trinidad que obliga al espectador a aferrarse fuerte y viajar por una época turbulenta que muestra suficiente malevolencia en pantalla para llamar la atención, pero también espanta con los escabrosos detalles que se transmiten boca a boca los personajes. Si bien Holt tiene su pequeño problema de los ataques de pánico que ocultar frente a sus colegas, es Bill quien carga el peso emocional de la temporada, al ver a su familia atacada por las desgracia cuando un asesinato a sangre fría lo toque bien de cerca. McCallany se lleva todas las palmas, mientras que su esposa Nancy, encarnada con ferocidad por Roca, tiene varios momentos inspirados en el asunto. Quizás es la doctora Carr de Torv la que quede desligada un poco de toda la trama, al no viajar hacia Atlanta mientras se queda guardando el fuerte con ciertas entrevistas y un azaroso romance con una tabernera la hace cuestionarse sus relaciones íntimas y su homosexualidad en una época donde ser una mujer exitosa estaba mal visto -en verdad, en cualquier época es cierto este precepto- y ser una mujer gay, peor. Esperemos que en la próxima temporada la excelente Anna Torv tenga más injerencia.
Para poder disfrutar completamente de la escalofriante pero magnánima segunda temporada, les encargo que no investiguen ni hagan un breve repaso acerca de la historia de los asesinos en serie entrevistados o de los sucesos ocurridos en Atlanta. Si los saben, vaya y pase, pero si no, podrán disfrutar o enfurecerse al mismo tiempo conforme vayan avanzando en los episodios y vean la desidia con la que las autoridades se manejaron. Podría decirse que es un caso similar al ocurrido con la miniserie Chernobyl hace unos meses. Además del arco narrativo principal en Atlanta, las entrevistas son puntos álgidos en la serie. La recreación prostética de cada uno es maravillosa, por no decir nada del elenco que los compone. Cada uno tiene su momento de gloria, pero ninguno más que el legendario Manson de Herriman. Si pudieron ver Once Upon a Time in… Hollywood de Quentin Tarantino, sabrán que Herriman también interpretó a Manson en dicha película, pero su presencia apenas si podría calificarse como cameo. Acá, el actor se calza los zapatos insanos del ya fallecido villano y es para aplaudir el magnetismo con el cual se saldó con una de las apariciones estelares más fabulosas del año. No hay desperdicio en su escena, elevada gracias a las interacciones con Groff y McCallany.
Quizás donde Mindhunter mete el dedo en la llaga de manera descuidada es en la trama de Tench y su familia. Hay un claro intento de crear un paralelismo entre los psicópatas que entrevista Bill y el asesinato de un infante que lo toca de cerca, de manera pavorosa (ayuda muchísimo la banda de sonido particular que compuso Jason Hill para estos momentos) pero hay un abismo entre comentario perspicaz y martilleo de ideas incesante. Es algo que la serie nunca necesito, y hace ruido cuando subraya ciertos pasajes, comentarios e ideas, pero no daña lo que es sin lugar a dudas una enorme segunda temporada que la cimenta como uno de los mejores productos que tiene Netflix entre sus filas. Sólo resta rezar por su futura tercera parte y que se logre cumplir el plan de cinco temporadas en la cabeza de sus creadores.
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