No es fácil traer algo nuevo a la mesa en torno a Iron Fist que no se haya dicho en el marco de los últimos días. Al igual que en los casos de las dos temporadas de Daredevil, Jessica Jones y Luke Cage, quería darle el beneficio de la duda y verla de principio a fin antes de sacar conclusiones. Ese apresuramiento es lo que llevó a que la tercera mencionada sea un éxito de crítica, cuando cualquiera sabe que la calidad decreció significativamente en su segunda mitad. La última producción del acuerdo entre Marvel y Netflix ni siquiera goza del valor de tener un comienzo sólido, en lo personal sus primeros episodios me parecieron pobres a un nivel frustrante. Esperaba sinceramente que se corrigiera el rumbo e hiciera un camino inverso a la del hombre a prueba de balas, pero no hubo mucha redención para el programa de Danny Rand. Y así el camino a The Defenders presenta su primer gran tropiezo, en la forma de una serie tan preocupada por el tema de la identidad, que se olvida de definir la suya propia.
El nombre de Scott Buck como showrunner no era garantía de confianza, especialmente porque su principal antecedente en dicha materia eran las dos temporadas finales de Dexter, básicamente los últimos clavos en el ataúd de lo que había sido un gran show. En esta oportunidad, se encara la vuelta de Danny Rand a Nueva York después de haber estado desaparecido por años. Un otrora niño multimillonario que queda huérfano y es entrenado por monjes en otra dimensión, regresa a su ciudad natal con la intención de reinsertarse como si nada en la multinacional que por derecho le pertenece. Son dos facetas en teoría opuestas que debe aprender a hacer funcionar en conjunto y así tratar de definir quién es y cuál es su misión en el mundo, tratando de dejar de seguir los mandatos de lo que otros esperan que haga -algo que comparte con Ward-. Y sin embargo, los primeros dos capítulos los dedica por completo a demostrarle quién es a otros. Su ingreso por la fuerza a una institución psiquiátrica es algo que enerva. Lo mismo que la incapacidad del protagonista de expresar sus ideas sin parecer un absoluto desquiciado.
Pero ya desde la concepción hay un tema clave que afectará a Iron Fist. El no forjar una personalidad propia, lleva a que la identidad se defina en relación a otro. El principal villano es uno aparecido en Daredevil, con lo que en forma permanente se lo percibe como una desdibujada copia de lo hecho anteriormente y mucho mejor. Lo peor es que se toma a una de las patas menos fuertes del show de Matt Murdock y se le trata de dar una mayor trascendencia, pero sin afianzar otros antagonistas de peso que permitan dar equilibrio a la ecuación. Si La Mano o Madame Gao funcionaron en la otra, es porque antes se había desarrollado un Wilson Fisk para dar balance. Harold Meachum puede ser un personaje con ciertos aspectos de interés –como la presión constante a su hijo Ward, como su propio fantasma acechador-, pero lejos está de ser un Kingpin. El formato televisivo ofrecía a Marvel la posibilidad de presentar villanos fuertes a diferencia de la mayoría de los del Universo Cinematográfico, como el arriba mencionado, Kilgrave y hasta Cottonmouth Stokes, pero aquí no hay ninguno capaz de imponerse.
No es un tema limitado exclusivamente a los malos de turno, dado que hay una general falta de interés por todos los personajes, algo acentuado con guiones pobres que tienden a dar vueltas en círculos sobre los mismos temas. Colleen Wing es de lo mejor y Claire Temple también funciona bien apuntalada por apariciones anteriores, ahora más combativa y con mucho de comic relief, pero los Meachum no terminan de cerrar y, lo que es más grave, Danny tampoco. Davos, como una clase B del Barón Mordo, ofrece mucho más en apenas algunos episodios.
Pero lo que posiblemente se sentirá como algo «imperdonable» es la oportunidad desperdiciada en materia de peleas. Desde el vamos, Puño de Hierro es una clase de superhéroe con la que se está bien familiarizado gracias a producciones como Arrow o Batman Begins, mientras que dentro de la propia familia se pueden encontrar elementos de Iron Man y Doctor Strange. La chance de destacarse, dado que el protagonista es un experto en artes marciales, podría haberse dado en los combates cuerpo a cuerpo, algo que cimentó la alta calidad de Daredevil desde el segundo episodio de su primera temporada, con la inolvidable escena del pasillo. No hay ninguna como esa en la serie de Danny Rand. De hecho, si se quiere ser honestos, hay muy pocas secuencias de combate y las que hay no tienen el impacto de las otras. La edición rápida busca solventar la falta de entrenamiento del protagonista, pero como resultado entrega peleas básicas sin demasiado vuelo. Colleen Wing tiene unos buenos combates en la jaula y hay algunos enfrentamientos que en general funcionan –contra las Tríadas, dentro del contenedor, contra Bakuto-, aunque pocos sobresalen o se consideran contundentes como las de otras series. La que se lleva el premio recién se da en el episodio 8, cuando Danny enfrenta a un Zhou Cheng, cuyo kung fu es del estilo Mono Borracho. El actor Lewis Tan estuvo en la contienda para interpretar el rol central y esa escena es un gran pantallazo de lo que podría haber ofrecido.
Se podía contar con que eso sacaría a Iron Fist de la medianía, pero lejos está de ser un elemento de redención. En todo caso intensifica los evidentes problemas generales que tiene una serie que desde la concepción no se destaca. Se dejan semillas plantadas para explorar en una segunda temporada, después de todo por más pobre que sea es un éxito en Netflix, pero se debería aprovechar la oportunidad para hacer otra cosa, como un Heroes for Hire (Héroes de Alquiler) de Danny Rand y Luke Cage. Ambos han demostrado no tener el material suficiente como para sostener una serie por sí solos, o al menos los encargados de hacerlo no lo supieron aprovechar. El Universo Televisivo de DC Cómics demuestra en forma constante que se pueden presentar nuevos personajes sin necesidad de introducirlos con una serie propia, algo que se había hecho con Luke Cage en Jessica Jones. Con lo competitivo que es el panorama de la pantalla chica, un héroe debería ganarse su programa propio, como The Punisher.
El cuarteto está completo y en camino está el crossover de Los Defensores, algo que este tropiezo no debería afectar -en todo caso hay que preocuparse más por Inhumans, que comparte al showrunner-. The Avengers fue un éxito a pesar de que algunas de las películas de la primera fase fueron cuanto mucho mediocres. Y Danny Rand tendrá tiempo de crecer como un personaje de interés rodeado de otros más destacados, como un Thor de perfil mucho más bajo. The Defenders, de por sí, tiene el aspecto positivo de contar con solo 8 episodios solicitados. El acuerdo con Netflix estipuló 13 capítulos para las temporadas de cada programa individual y a algunos les quedó grande el encargo. No se puede hablar de decepción con Iron Fist, dado que tampoco se esperaba demasiado. Es un proyecto fallido, al que le cuesta encontrar el ritmo y, cuando lo hace, ya es muy tarde. Desde entonces se vienen algunas buenas peleas y unos giros argumentales interesantes que terminan por elevar algo la calidad general, más allá de que se sienta como a todas luces una oportunidad malograda. ¿A ustedes qué les pareció?
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