Es cierto que en medio de tantas producciones audiovisuales que muestran, con la mayor veracidad posible, las duras vicisitudes que algunas personas pasan para conseguir sus sueños, a veces deseamos ver cómo estos pueden lograrse por el simple «poder del amor», algo que nos deje un buen sabor, que nos aliente y hasta nos ilusione. Este puede ser el caso intencional de Hollywood, la última producción de Netflix, que hace una reinterpretación utópica de la realidad de los años ’40 en el mundo del cine.
Se trata de una miniserie creada por Ryan Murphy, toda una institución en el mundo del entretenimiento. Fue el creador de series tan importantes como American Horror Story, Glee, Nip/Tuck y más recientemente Pose, Feud y American Crime Story. El rey de las antologías es parte de los creativos que fichó Netflix para sus producciones originales y Hollywood es su segundo título para la plataforma de streaming, tras The Politician.
Esta narra los avatares de un variopinto grupo de aspirantes a actores y cineastas en la «edad de oro» de Hollywood, en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Estos personajes intentarán hacer realidad el gran sueño de triunfar en el mundo del espectáculo, lleno de magia y glamour, y para ello estarán dispuestos a lo que sea necesario.
Esto es suficiente para hacerse una idea de lo que encontraremos en esta miniserie; sin embargo, un punto a considerar casi como parte de su esencia es la reinvención que hace Murphy de un período de la historia de la industria del entretenimiento, dorado sí, pero también represor, clasista, ultra conservador, racista, prejuicioso, xenófobo, homofóbico, violento y abusivo, en el que no todos los «soñadores» podrían cumplir sus sueños. Dicho esto, se puede reconocer que existen algunos aspectos que funcionan muy bien y que la hacen todo un deleite.
Sin duda la mirada de Murphy, con la que cada personaje ofrece una visión única detrás de la cortina señalando el poder arraigado, los desafíos a ese poder y los prejuicios de muchos tipos a los que se tienen que enfrentar. Y de esta forma, el creador expone y examina las dinámicas de poder de décadas atrás, y cómo sería el mundo del entretenimiento actual si todo esto hubiera sido confrontado y desmantelado en aquel tiempo. Dicho esto, no se le puede reprochar a Hollywood el arriesgado discurso que nos presenta, específicamente su forma de contar las historias: entre lo real y la ficción. Así como su sorprendente apuesta de narrar un relato alternativo de un Hollywood menos viciado, menos corrupto y tal vez más justo para muchas minorías. Y para ello, se echa mano tanto de personajes de la vida real que marcaron la historia del cine, así como de otros completamente ficticios.
Otro punto destacable de esta miniserie es el aspecto técnico. Como es costumbre, Netflix nos ofrece una producción de altísima calidad y nivel. Se destaca el trabajo de los actores, el cual es digno de elogios. La ambientación, la música, el vestuario y el montaje también están muy logrados.
A nivel de personajes, estos son diversos y muy carismáticos, todos con un ideal propio en torno a la industria. Nos interesa lo que les ocurre, están desarrollados lo justo y necesario, sin profundizar en exceso pero sin ser del todo superficiales. Es notable la reimaginación por parte de los guionistas de la forma en que la diversidad interactúa para las minorías, en una época frustrante y carente de empatía. Este escenario, si bien es el punto más original que tiene la producción, también es el que no la deja transcender a la excelencia, pero de eso hablaremos un poco más adelante.
Por último, otro aspecto a destacar es que se asienta en el escándalo y abuso sexual, lo cual está tratado teniendo como protagonistas a los varones. Temas como fiestas promiscuas, prostitución, acoso sexual y hasta sodomía son protagonizados por ellos, claro está que esto también es parte de la construcción utópica creado por Murphy.
Lo dicho, Hollywood tiene muchos aciertos, entre ellos el mostrarnos cómo se hacían películas en aquel tiempo. Nos presenta una historia original que plasma una ficción, matizada con la realidad. Y puede que este sea el asunto que le juega mucho más en contra.
Veamos, regularmente las producciones toman hechos y situaciones reales para inspirar una ficción; esto le da coherencia y credibilidad a una historia y a sus personajes, pues los conflictos y la manera en que se superan son más acordes con el contexto, la realidad y el actuar de los mismos. Con Hollywood la situación es inversa, la ficción es absoluta y parte del imaginario de su creador para plantear qué hubiera pasado si en los años ’40 se hubiera confrontado a la industria del cine y a la sociedad con temas como actores homosexuales, actrices étnicas ganando premios, directores con libertad creativa, mujeres presidiendo productoras, entre otros, todo esto con algunos matices de realidad.
Definitivamente la idea resulta original, claro que hoy la industria del entretenimiento e incluso la sociedad sería muy diferente; pero Murphy raya en la utopía, parte de un sueño completamente edulcorado, dulce y meloso en el que todo se va resolviendo por el «poder del amor». Conforme van pasando los episodios la historia atrapa, pero también hay que tolerar una serie de hoyos argumentales, cambios radicales en los personajes y un ascenso meteórico a la felicidad digno de una visita a Disneyland.
No es la primera vez que en el cine o la televisión se reimagina un momento de la historia; Quentin Tarantino lo hace de maravilla, porque no escapa de la realidad sino que se alimenta de ella para darnos su propia versión de un evento determinado. Hollywood decepciona con cada episodio, cuando pensamos que las cosas se pondrán difíciles para los personajes -como es propio de la época-, por arte de magia todo sale bien. Hay una incapacidad de balancear en partes equitativas, y sobre todo coherentes, la ficción y la realidad.
En conclusión, Hollywood es un experimento que se disfruta y que no es ni de cerca de lo mejor que ha dado Ryan Murphy, aunque entrega grandes momentos. Encajaría en el rubro de «gusto culposo», pues solo bastan un par de episodios para saber por dónde va y otro par para saber que no ocurrirá nada temerario, pero no puedes dejar de verla hasta el final y, por qué no, pasarla bien.
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