Algunas líneas sobre Better Call Saul: pase maestro, lo estábamos esperando

“Shh. Ok? Let´s talk”.

Una pandemia atrás, Nacho Varga (Michael Mando) cerraba las puertas de la mansión Salamanca con los policías adentro y se echaba a correr, con su trabajo finalizado pero sabiendo que quedaba marcado de por vida. Dos años después, Netflix estrenó la primera parte de la última temporada de Better Call Saul, el spin-off y precuela de Breaking Bad que se convirtió en mucho más de eso y hoy se presenta como una de las mejores series de la actualidad.

La expectativa estaba por las nubes para la creación de Vince Gillian y Peter Could a través de cinco temporadas anteriores que se presentaron de manera sólida y con un abanico enriquecedor de personajes que exponen historias con tinte propio pero dentro de un universo que juega sus propias reglas. Con el conocimiento de que esta sexta parte –dividida en dos- es el final de la misma y con una internación del propio Bob Odernkirk durante el rodaje, la necesidad de conocer el epílogo fue aumentando con el correr de los años.

Pero eso es cosa del pasado, y ante nosotros ya tenemos el pequeño puñado de siete episodios que ofrece la N roja, que se convirtió en una política de división que apostó por sus más exitosas producciones con respecto a la última temporada.

Si bien a diferencias de otras temporadas desde un comienzo no tenemos ningún indicio acromático sobre lo que fue del abogado post-Breaking Bad, pantallazo que nos daban en cada comienzo de temporada con su melancólico trabajo sirviendo café, cada capítulo cuenta con una puesta en escena distinta previa a los créditos iniciales para desacomodarnos a lo que venimos viendo, que va en otra sintonía pero que –como es característico de la serie- tarde o temprano se interrelacionan para explicar el por qué del mismo, repleto de simbolismos como es habitual. Desde una colorida pareja andando en bicicleta por los suburbios hasta preparaciones en un laboratorio nos hacen entender que la idea de lo lineal o contar con todos los hechos tirados por la mesa de manera ordenada no es algo que interese en la producción.

Eso obliga la constante atención del público, que con mínimos detalles o pormenores pueden indicar mucho sobre lo que puede llegar a venir, como el simple movimiento del fuego de una vela como si estuviéramos ante la llegada de un cuerpo espectral; sumado a la tensión peculiar que manejan sus intérpretes y diversa lista de directores, que cuenta con nombres en esta nueva temporada como los de Rhea Seehorn o Giancarlo Espósito en doble labor delante y detrás de cámaras.

El suspenso también congenia con otros puntos importantes que la vuelven tan enriquecedora a esta serie. La comedia nunca puede faltar en un personaje tan ambiguo como Jimmy/Saul, y presenta los pasajes más hilarantes producto de su carisma e histrionismo –sin llegar al nivel de la serie creada en 2008, ya que lo vemos en pleno proceso para esa etapa-, con una imitación inclusive propia de la comicidad que maneja Bob que es uno de los puntos más altos de la misma, generando ese sentimiento de risa culpógena debido a la moralidad en la que se ve envuelta y acompañado por caras que no llegan a ser sátiras pero que se manejan en los hilos de lo bizarro o con rasgos muy característicos.

Esta sexta temporada también presenta un desafío con éste último punto: es la estación final o una parada más que importante de quienes forman parte, ya que podemos intuir lo que será su papel –o no- en la serie protagonizada por Bryan Cranston y Aaron Paul. Importando más el cómo que el qué, somos interpelados por personajes como Kim o Lalo y sus respectivos desarrollos son de los más interesantes que tenemos en este final. Durante la primera parte ya estrenada, sus caminos cuentan con la narrativa propia del proyecto y el suspenso se apodera de la situación.

Párrafo aparte se merece el personaje de Mando, ya que su frustrada situación es propia de un road movie en pleno escapismo, con otras lógicas a diferencia del resto que parecen salir de alguna película de los hermanos Coen pero a la vez con los códigos propios que tiene la producción.

Sin meternos en el terreno de los spoilers, y a la espera de lo que será el estreno de la segunda parte en julio, el cierre nos deja en alerta por la situación de sus protagonistas, y viendo cómo los caminos de cada uno que en ciertos momentos parecían por diferentes vías terminan cruzándose. Lo nuevo de Better Call Saul mantiene su identidad propia y, con unos aspectos técnicos honorables, tomó nota de los errores de su antecesora y no deja espacio para fallos tratando con altura cada uno de sus aspectos.

Ignacio Pedraza

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