La tercera y última temporada está en Netflix.
¿De qué va? Tony llevaba una vida perfecta. Pero tras el repentino fallecimiento de su esposa, en vez de suicidarse decide llevar al límite lo que se puede o no hacer y empieza a hacer y decir todo lo que le da la gana. Algo que será complicado cuando todo el mundo decide intentar salvar a la buena persona que conocían.
Una de las grandes sorpresas del 2019 fue After Life, la serie creada, escrita, dirigida y protagonizada por Ricky Gervais, que seguía la historia del periodista Tony Johnson y su proceso de duelo –con intento de suicidio en el medio- tras el fallecimiento de su mujer, producto del cáncer de mama. Con un humor negro que puede caer pesado o incómodo para algunos, la historia y las vivencias del protagonista lograban alternar entre la comedia y el drama, característico de las situaciones transitadas por el personaje de Gervais y su relación con el mundo; en este caso un globo pequeño que se concentra en el pueblo de Tambury.
Los elogios se fueron incrementando con la llegada de la segunda temporada, que arribó a Netflix en un contexto de pandemia y encierro, teniendo más llegada a un público que se encontró con un producto bien hecho y que interpelaba de forma constante. Inevitablemente, ante un cierre inconcluso tras su sexto episodio –formato que se repitió en todas las temporadas- una tercera parte presentaba el desafío de ahondar en el día después del protagonista, que si bien aún se encontraba en proceso de duelo contaba con nuevas tareas y ánimos para afrontar la vida. En declaraciones del amo y señor de la serie, el humorista inglés confirmó que con esta tercera temporada era el final de la historia para evitar un estiramiento innecesario en la trama.
Sin embargo, y como uno de los aspectos más «novedosos» que presenta la nueva temporada, el creador sin llegar a patear el tablero amplía el aspecto narrativo, donde no se queda solamente con las situaciones de Tony sino que presenta las características del resto de los personajes y problematiza sobre cada uno de ellos para que el propio pueblo se vuelva un personaje y así ahondar en aspectos sociales que no siempre tienen que ver con una pérdida, sino que alberga aspectos propios de la vida cotidiana. La posibilidad de contar con más historias a lo largo de este universo provocó decisiones importantes, como la salida de personajes como el de Roxy (Roisin Conaty), que se debía a no poder ampliar su historia o pensar que ya tenía su «techo».
Si bien seguimos los hilos de Tony y sus nuevas vivencias, que alterna entre la memoria de Lisa y el poder establecer otras relaciones -de manera retorcida propias del protagonista- a lo largo de estos seis capítulos también conocemos más sobre el resto de los personajes que en un principio solo servían para complementar al de Gervais, y que hasta en algunos casos eran instrumentos para escenas que rozaban el sketch. En esta nueva temporada este último punto quedó para Matt (Tom Basden), quien contó con retazos humorísticos junto a Johnson que no influía o enriquecía necesariamente la trama.
Pero las grandes características de la serie no cambiaron, ya que presenta el típico humor negro del comediante con diálogos interesantes y dinámicos, sumado a las historias cubiertas por el diario que en algunos casos adornaban los temas que trataba o afectaba a los propios personajes. A pesar de eso, esta tercera temporada cuenta con una connotación dramática más expuesta, propia de un final de serie y de la conclusión sobre una temática que no siempre cuenta con un cierre como tal.
A pesar de eso, la sátira en menor medida también se hace presente con personajes más característicos y burlescos, personificados en los amigos del psiquiatra interpretado por Paul Kaye, que ya con uno de sus apodos («el pedófilo») sabemos desde dónde se posicionan con el humor y se vuelve una característica de este proyecto, aún teniendo en cuenta los antecedentes del creador.
¿Hay un cierre concluyente? Como recurso, Gervais nos adentra en la feria del pueblo para ver a todos estos diversos personajes en solo una locación, recapitulando la situación de cada uno de ellos aunque no de manera definitiva; como ejemplo tenemos a Brian (David Earl), donde podemos intuir que finaliza en un punto de inflexión pero que quedará solo en apuestas. El creador nos deja la puerta abierta a interpretaciones, más allá de algún sentido positivo que termine brindando para ellos. Además, nos deja un último episodio con varios golpes bajos que no permiten ningún apaciguamiento para la emoción.
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