En el 2019 Ricky Gervais volvía a hacer de las suyas con After Life, una comedia negra que impactó a muchos por la forma de narrar un hecho tan complicado como lo es superar la muerte de un ser querido y aprender a vivir sin él.
La depresión, la melancolía, el miedo a olvidar o el continuar viviendo a pesar de todo son tópicos frecuentes en el cine y la televisión, pero en esta ficción hay una especie de cápsula humorística que intenta abordar este tipo de adversidades desde una perspectiva diferente.
Además de dirigir y escribir la serie, Gervais encarna a Tony Johnson, un periodista de este ficticio pueblo de Inglaterra llamado Tambury, que perdió a su esposa Lisa tras una larga lucha contra el cáncer de mama. Y entre intentos de suicidio fallidos y una coraza autoimpuesta, intenta seguir adelante, de la forma más parca y ácida posible, diciendo todo el tiempo lo que piensa sin importa lo que pase.
Sin embargo, el cierre de su primera temporada nos mostraba a lo lejos una pequeña luz en el túnel. Tony sigue igual de directo que siempre, pero utiliza este «superpoder» como él lo autodescribe para escuchar y ayudar a los demás, y de paso encontrar en Emma, la enfermera que cuida a su papá en el geriátrico, a esa compañera que lo impulse a seguir adelante a pesar del dolor, a pesar de la ausencia. Porque After Life intenta llevar ese mensaje sobre sus espaldas: no podemos olvidarnos de las cosas, pero sí podemos aprender a convivir con ello.
Una de las cosas que más me gusta de esta producción es que no busca estirar su narrativa con una trama larga y densa. Cada episodio tiene una duración que oscila entre los 25 y 30 minutos, una cantidad de tiempo ideal para que la historia tenga su desarrollo, los capítulos sean autoconclusivos y a la vez haya un hilo conductor que muestre el camino que va transitando Tony, en este proceso de superación constante.
Su nueva temporada, estrenada en Netflix el pasado 24 de abril, todavía mantiene el humor y el estilo que Gervais sabe dominar con mucha comodidad, pero pisa el acelerador en cuanto a las emociones y altibajos del protagonista.
After Life es como un boxeador cauteloso, que nos mide lo suficiente para pegarnos con el timing preciso y que también aprovecha la distracción del referí para darnos golpes bajos, porque en momentos donde los chistes sutiles decoran una escena Tony vuelve a sumergirnos en su depresión, en esa angustia que le prohíbe disfrutar de las cosas y esperanzarse con, sencillamente, ser feliz.
La segunda temporada, además de ahondar más en este camino sinuoso del protagonista, busca abrir un poco la cancha para darle espacio a los diferentes personajes secundarios que habitan en este tranquilo pueblo en el que no sucede nada pero a la vez sucede mucho, historias que desbordan de calor humano. Gervais no quiere que todo se centre en el protagonista y le da más oxígeno a las demás subtramas, que van desde el cuñado que teme por la ruptura definitiva con su esposa a el particular cartero que intenta conquistar a la «trabajadora sexual» amiga de Tony.
Por suerte, el humor no se queda atrás en la historia y vuelve a ser parte, en su justa medida, a lo largo de estos capítulos. Las irreverentes noticias que cubre el pequeño diario en el que trabaja Tony o el absurdo terapeuta interpretado por Paul Kaye -muchos se acordarán de él por interpretar a Thoros de Myr en Game of Thrones-, un personaje que tiene mayor protagonismo en esta segunda temporada y que a mi gusto es de los mejores personajes de la serie. Un psicólogo quedado en el tiempo, machista hasta la médula y con una forma de ejercer su profesión tan obsecuente como hilarante.
Si Gervais como actor hace de After Life una montaña rusa maravillosa, como guionista entiende mucho más el juego, con un humor puntilloso y sofisticado, intentando siempre estar a la altura de los tiempos que corren y no quedarse estacando en el chiste fácil. No vas a encontrar situaciones que te hagan descostillar de la risa, ni nada tan absurdo como para sacarte de contexto; son detalles, frases, gestos, respuestas justas, las que hacen que hagamos una mueca de risa que nos descontractura ante tanta tensión emocional.
Esta segunda temporada mantiene la misma premisa que los primeros seis episodios pero no se siente una repetición, sino más bien una profundización en la lucha de Tony, una guerra que combate todos los días, con algunas peleas perdidas en el camino pero siempre con la intención de no rendirse, aunque su amor inoxidable por Lisa le pida claudicar en más de una ocasión
¿Habrá una tercera temporada? Netflix está más que satisfecha con After Life, que se volvió lo más visto en el Reino Unido desde el estreno de su segunda temporada, así que los responsables de la plataforma no ven con malos ojos una nueva media docena de capítulos.
Gervais, por su parte, declaró hace unos días que tiene algunas ideas en el tintero para continuar la historia de Tony pero que no es algo seguro. Sin embargo, dejó en claro que le gustaría hacer por primera vez la tercera temporada de una de sus series, ya que tanto The Office (UK), Derek y Extras tuvieron solo dos, ¿After Life romperá el maleficio?
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