Dirigiendo videos musicales, David Fincher logró trascender a la gran pantalla haciéndose cargo de la tercera secuela de Alien, estrenada en 1992. Sin embargo, su trayectoria poseería otros rumbos. Fincher posee un tópico central en su carrera: adentrarse en la mente de un psicópata. Si tenemos en cuenta la repercusión de su excelente Se7en (Pecados Capitales) a mediados de los ’90, resulta lógico pensar que una década después el autor se aventurara a relatar la infame carrera de un temible asesino en serie con Zodiac (Zodiac, 2007): un fantasma delictivo para la sociedad norteamericana, que actuó durante fines de los ’60 y principios de los ’70 en el Estado de California.
La fascinación permanente y perversa hacia la mente de un asesino serial se percibe en el demoníaco retrato que hace del personaje que interpretara Kevin Spacey y que se convirtió en un fenómeno de la cultura popular, mientras Morgan Freeman y Brad Pitt intentaban darle caza. Pecados Capitales (1995) fue copiada por Hollywood hasta el cansancio.
Si nos dedicáramos a explorar aún más su intensa y valorada filmografía, veríamos como en The Game (Al Filo de la Muerte, 1997), Fight Club (El Club de la Pelea, 1999) y Panic Room (La Habitación del Pánico, 2002), los límites que persigue el director buscan encontrar respuestas a la agresión que victimarios provocan sobre indefensos, siempre con el contexto de la corrompida sociedad norteamericana como fondo ineludible.
Similar acercamiento persigue en Mindhunter (2017-2019), la serie que Fincher dirige y produce para Netflix, que actualmente atraviesa su segunda temporada. El autor no se preocupa por dilucidar los motivos delictivos del asesino, sino en redescubrir la capa menos expuesta a la superficie de sus personajes, quienes atan y modifican sus destinos inevitablemente a esta cadena de asesinatos, involucrándose en la vida personal de célebres convictos a lo largo de íntimas y perturbadoras conversaciones con agentes del FBI.
Atrapar al cazador se convierte en una obsesión para Fincher. Prueba de ello resulta la fascinante adaptación de la famosa novela negra nórdica The Girl with the Dragon Tattoo (La Chica del Dragón Tatuado, 2011), internándose en un gélido y perturbador pasado familiar. David Fincher aportó a la saga la oscuridad habitual de sus universos cinematográficos, en donde conviven asesinos en serie (Se7en), desapariciones enigmáticas (Gone Girl, 2014) y periodismo de investigación criminal (Zodiac). Dotando a la historia de una atmósfera perturbadora y un pulso narrativo inquietante, Fincher lo hizo de nuevo gracias a una relectura literaria made in Hollywood.
De manera similar, el cineasta adapta la exitosa novela de Gillian Flynn y consigue mantenernos al vilo del suspenso mientras intenta desentrañar el manto de misterios y las teorías conspirativas que depara la intrigante Perdida, protagonizada por Ben Affleck y Rosamund Pike.