Durante las casi dos horas y media que dura esta nueva incursión de los mutantes, hay una escena donde unos jóvenes Jean Grey, Cíclope, Júbilo y Nightcrawler salen del cine y comentan el estado de las secuelas en el cine, para determinar que «la tercera siempre es la peor», en un claro codazo del guionista Simon Kinberg hacia su yo del pasado por firmar la fallida pero igualmente entretenida X-Men: The Last Stand. La broma actúa como efecto boomerang, ya que X-Men: Apocalypse es la película más defectuosa de la nueva trilogía, pero incluso con todas sus falencias resulta un espectáculo entretenido como lo son siempre las apariciones en la pantalla grande de los héroes con poderes.
Como bien lo anticipaba la escena post-créditos de Days of Future Past, en los primeros minutos de la última película de Bryan Singer conocemos a En Sabah Nur, el primer mutante de la historia, y su descenso hacia el olvido para resurgir de forma imprevista en medio de los años \’80, unos diez años después de la acción de la entrega previa. Al despertar y ver el estado actual del mundo, dominado por los débiles que siguen a falsos dioses, el villano púrpura comenzará a reunir a su equipo de seguidores con el cual recuperará su estado de gloria y forjará un mundo acorde para todos los suyos. Si esa motivación les suena ligeramente familiar, es porque desde la primera y visionaria X-Men en el 2000, la temática ha sido repetida de diferente manera en todas las iteraciones mutantes en el cine. Es una fórmula que en sus primeros momentos fascinaba por explorar en sus protagonistas lo que significaba ser distinto en un mundo temeroso de las diferencias, pero que con siete secuelas y spin-offs en su haber ya está ligeramente desgastada.
El conflicto entre buenos y malos tendrá algunos lugares grises, como bien lo demuestra la trágica historia que sigue de cerca al siempre explosivo Magneto de Michael Fassbender, pero lo que antes se notaba innovador ahora es la historia de siempre, con un villano intercambiable que por más poderoso que resulte, no genera la misma emoción que antes. El Apocalipsis de Oscar Isaac es un personaje acartonado, tanto en motivos como en apariencia. Es un gran desperdicio de un actor consagrado, porque detrás del maquillaje, el traje prostético y la voz modificada por computadora, podría estar cualquier actor importante de Hollywood y aún así le sería difícil levantar a un personaje con tan poca dimensión. Lo mismo sus seguidores, de los cuales solo se destaca Magneto, porque la Psylocke de Olivia Munn y los jóvenes Storm de Alexandra Shipp y el Angel de Ben Hardy son meros títeres. Por el lado de los buenos, James McAvoy sigue brillando como el atribulado profesor Xavier, mientras que se le da paso a los nuevos Jean Grey de Sophie Turner y el Cíclope de Tye Sheridan, que le aportan frescura al elenco, como el gracioso Nightcrawler de Kodi Smit-McPhee. Improbablemente, la Mystique de Jennifer Lawrence queda relegadísima a un papel de heroína estandarte con muy poco para hacer en la trama más que estar en los momentos importantes, lo cual genera dudas porque Lawrence está en lo más alto de su carrera y las tramas de las secuelas han ido posicionando a la siempre ignota Mystique en el centro de la acción.
El mayor problema que sigue teniendo la saga es el cansancio que genera la misma historia una y otra vez, y la maquinaria de venta detrás de los mutantes, que lleva a los productores a pedir que se apriete una y otra vez el botón de reseteo en las historias. Los estudios Fox no son Marvel, y el seguir construyendo nuevas plataformas sobre lo anterior en vez de pensar a futuro lleva a la reescritura de la historia -léase líneas temporales alternativas- dejando obsoletas y fuera del canon fílmico a todo lo que vino antes de First Class. Hay que seguir vendiendo, sí, pero cuando ya vemos por tercera vez el escape de un Wolverine de las garras de Stryker metido con calzador para lucrar con la imagen y el personaje que se adueñó Hugh Jackman hay que preocuparse. En los cómics funcionará este constante reinicio, pero escribir con la mano para ir borrando con el codo es algo que no se traslada bien a la pantalla grande, aún cuando sea un excelente espectáculo.
Esta reseña puede notarse como un poco malintencionada y negativa, pero viene desde un lugar de amor por la primera saga de X-Men y la explosiva First Class, y los constantes arreglos que se le vienen haciendo a la franquicia con tal de seguir generando ingresos con la misma historia pero diferentes elencos. Con esto no quiero decir que Apocalypse sea una mala película. Es templada y simplista, pero no por ello deja de ser un espectáculo llevadero y entretenido, que hace pasar unas buenas dos horas en el cine, aún cuando al salir se la discuta y se la olvide a fin de año. Singer se aboca a lo que funciona, y si bien para todo el apocalipsis y guerra que se anticipaban en los avances hay poca sustancia en el conflicto, el escenario de una Cairo diezmada tiene ese gusto a excitación de combate mutante versus mutante que siempre gustó tanto en la platea. El Quicksilver de Evan Peters vuelve a hacer de las suyas en una escena a cámara lente francamente impresionante, amén de que llega en un momento en el que la mezcla tonal entre el drama y la comedia se nota demasiado.
X-Men: Apocalypse es un buen espectáculo que trae una vez más a los personajes más queridos de la franquicia, pero al cual si se le empiezan a ver las costuras de cerca se notan sus problemas. Por suerte hay un gran elenco por detrás que ayuda a correr la vista de esos errores, y una suerte de premisa interesante de acá al futuro que podría resultar espectacular si es que no siguen jugando a cambiar las líneas temporales.
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