Reflejo exacto de la realidad, Jack Sparrow emprende su viaje sólo, sin barco ni tripulación, de la misma forma que Johnny Depp se aventura a una cuarta parte sin sus dos compañeros centrales de elenco o Gore Verbinski detrás de cámaras. La única cara conocida para el Capitán es su contramaestre Gibbs, a quien luego de rescatar en distintas oportunidades mantendrá alejado de la acción una y otra vez, como si se tomara en serio lo de encarar el filme solo. Es uno de esos casos en que el protagonista es una presencia tan poderosa, después de todo él es la película, que un cambio radical de actores no termina de afectar al resultado, siempre y cuando él siga firme allí. A falta de un mejor ejemplo, en televisión pasó eso mismo en la cuarta temporada de House M.D., mientras el rol central fuera ocupado por la misma persona de la misma forma, el hospital podía caerse a pedazos que poco iba a perjudicar al producto.
Con el equipo al hombro, Depp encara un partido complicado. Una saga que fue hundiéndose más con cada secuela, ahora sin salvavidas en los que confiar y con un Rob Marshall como comandante, cuyas grandes producciones generalmente decepcionan, parecía una empresa destinada al fracaso. Y sin embargo sale a flote. No es que sea un clásico moderno pero entretiene, hay una extensa duración que no se padece como en la anterior, y logra desarrollar una trama clara y definida. Para que se entienda bien mi punto, no está ni cerca de la película original, pero sí es superior a la tercera y por lo menos pasa algo, a diferencia de la segunda.
Por supuesto tiene sus problemas, la idea general ya está bastante gastada, y si bien este hace un trabajo formidable, no se puede depender de un solo actor. Aquellos experimentados que lo secundan, Geoffrey Rush e Ian McShane, llevan sus papeles con soltura y su participación es celebrada, pero algunas de las incorporaciones teclean y sus apariciones molestan. Sorprende que Penélope Cruz todavía no pueda actuar y hablar inglés al mismo tiempo, creo que demostró en los últimos años que tiene la capacidad para llevar bien un rol, pero no el de hot latina que Hollywood le asigna una y otra vez. Lo mismo sucede con Sam Claflin, el carilindo intento de reemplazo de Orlando Bloom, en quien se trata de apoyar una historia romántica que poco importa.
Muy bien musicalizada por el inagotable Hans Zimmer, con mucha guitarra flamenca lo cual supone un plus, la película se destaca en los aspectos técnicos, haciendo un uso adecuado de todo lo que Disney pone al alcance de la mano. Es criticable por supuesto el uso con fines exclusivamente recaudatorios del 3D, lo cual parece una burla dado que las veces que se lo utiliza se cuentan con los dedos de una mano y sin embargo los lentes hay que tenerlos puestos más de dos horas. Para cerrar, la introducción del filme es impagable, con el sello de la industria por todos lados… españoles que hablan entre sí en inglés, pero con acento español, es algo que como diría la tarjeta de crédito, no tiene precio.
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