Cuando todo parecía perdido tras una divisiva secuela, los hermanos Matt y Ross Duffer se tomaron su debido tiempo para escaparle al hype y entregaron en Stranger Things 3 la mejor temporada de la serie, una en donde narrativa, nostalgia y homenaje finalmente confluyeron en un producto redondo por donde se lo mire, ideal para consumir de una sentada. Es ahora cuando la franquicia se siente como todo un evento estival, repleto de luces de neón y la inevitabilidad de un futuro que se cierne sobre todos los personajes.
Personalmente, me costó entrar en el juego de la serie desde el comienzo. El misterio alrededor de la primera entrega se notaba interesante e inquietante, mientras que el grupo de protagonistas se sentía salido de una historia de Stephen King. Pero el factor nostalgia se entrometía a cada segundo, y la preocupación por insertar productos comerciales eran una piedra constante en el zapato. Su continuación recargó en esos mismos vicios, generando dividendos contraproducentes. Pero Stranger Things 3 ya se percibía diferente desde su campaña publicitaria, y esa percepción no se arruinó durante los ocho episodios habituales.
The Duffer Brothers han tomado su amor por la fantasía y las aventuras, y otorgan un clásico instantáneo de género que no traiciona nunca los esquemas que vienen construyendo hace tres años, afinando asperezas y moviendo a sus personajes, agrupándolos en formaciones totalmente excitantes y sacándoles provecho al máximo. Una de las razones por las que la temporada presente se siente tan emocionante es su elenco juvenil, al borde de la pubertad y habiendo conquistado y recorrido al mundo entero. Los chicos están creciendo dentro y fuera de la serie, y su notoriedad se vuelve insoslayable. Estar al borde del éxito hace que el disfrute sea doble, porque no sabemos por cuánto más tiempo tendremos al equipo completo. Es cierto que el plan es no estirar la franquicia más de lo necesario, y es difícil pensar qué más pueden hacer en vista de la bombástica tercera entrega que se mandaron.
El misterio de esta tercera parte no es tan desconocido por el público en general: el Desuellamentes que tantos estragos causó anteriormente está de vuelta, y esta vez no vino a jugar. Aunando fuerzas desde la húmeda oscuridad de una acería en desuso, el monstruo del Otro Lado de alguna manera ha permanecido en el plano humano y promete acabar con todo a su paso. Pero además de la amenaza monstruosa, hay otra que acecha imperceptible: el crecimiento. Los chicos y chicas ya no son niños, y la llegada de cambios hormonales provoca una ebullición a flor de piel en los amigos totalmente entrañable, con lo cual todos nos veremos identificados de una manera u otra. Llegar a este punto era una obviedad, pero era uno al que la serie debía llegar de forma orgánica y acompañado de una buena trama para sostener. De más está decir que el objetivo fue cumplido.
Netflix ha tenido siempre el grave problema de estirar sus productos a lo largo de 13 episodios, cuyo relleno se hace evidente desde el primer minuto. Con una orden de capítulos más acotada, han logrado maximizar la acción y el arco narrativo para un plan perfecto donde el binge-watching es prácticamente una de las únicas maneras de consumir televisión hoy en día. En ese aspecto es beneficioso la ligereza con la cual se mueve hacia adelante la temporada, nunca resultando pesada y, por el contrario, arrastrando al espectador hacia el misterio a resolver. La dirección de los Duffer junto con el director Shawn Levy reflejan esta adrenalina en sets de acción trepidantes y fascinantes; su trabajo nunca confluyó en un episodio tan perfecto como el final, The Battle of Starcourt, por lejos una de las mejores horas televisivas del año y de la serie completa.
El hilo conductor se basa en una amalgama entre The Thing y The Invasion of the Body Snatchers, combinando los hitos del cine de género con toda la oda a los ’80, que incluye el shopping Starcourt Mall, punto de encuentro de las subtramas, con la psicodelia de la música, la indumentaria y los productos brillantes y de moda en los escaparates. Hay nuevos desafíos para todo el grupo y no todos salen airosos en sus momentos individuales. Si bien el grupo principal compuesto por la Eleven de Millie Bobby Brown, el Mike de Finn Wolfhard, el Will de Noah Schnapp, la Max de Sadie Sink y el Lucas de Caleb McLaughlin se mantienen unidos y van a la par, el floreciente romance entre El y Mike provoca disenso en el conjunto, mientras que el regreso del campamento de Dustin (Gaten Matarazzo) lo empuja hacia los brazos de su adorado amigo Steve (Joe Keery), quien ha conseguido un trabajo en la heladería del shopping, donde juntos descubrirán los secretos que esconde el edificio. Los adultos, el siempre firme comisario Jim Hopper de David Harbour y la incansable Joyce de Winona Ryder, le hacen frente a la situación en su propio camino y deben lidiar con su misión, su tensión sexual no resuelta y el inexorable crecimiento de sus pequeños, en una tormenta perfecta de momentos que saben barajar con maestría debido a su vasta experiencia. La tercera temporada les depara algunas de sus mejores escenas dramáticas, así que preparen los pañuelos descartables y considérense avisados.
Quizás salgan perjudicados los personajes de Nancy (Natalia Dyer) y Jonathan (Charlie Heaton) porque no tienen por mucho más que acoplarse a la historia principal, en tanto que a Will, que ya sufrió mucho previamente, lo tienen como bocina frente al acercamiento del peligro, amén de otros secundarios que cobran más protagonismo. La efervescente Erica de Priah Ferguson se robó la atención en su pequeña aparición en la segunda temporada, y ahora elevada a regular en el elenco causa estallidos de risa con el papel que le toca interpretar en la aventura, mientras que la incorporación de Maya Hawke como la intrépida Robin se siente natural y parece que siempre estuvo presente.
Stranger Things 3 es la cresta de la ola para la adorada serie. Todos los elementos que parecía fagocitar tal cual lo hace el villano de la temporada han sido asimilados en partes perfectas, armando un espectáculo visual y narrativo para la antología. Considérenme un converso absoluto de la serie tras esta maravillosa temporada, una que de seguro será de visionado repetido en los meses venideros.
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