«Cuidado con los griegos que traen regalos», manifiesta un personaje en Captive State, expresión que se pretende ominosa y por el contrario es un llamado de atención hacia lo que puede acontecer. Es una escena interesante para tomar como punto de partida y hablar de la nueva película de Rupert Wyatt. La frase de Virgilio es transparente, no obstante el cineasta la sigue con un plano de un cuadro del Caballo de Troya. Es obvio y redundante, si se quiere una decisión torpe de un director que propone un thriller sci-fi que se pretende complejo, pero que está lejos de funcionar tan bien como se podía haber esperado.
Captive State abre con una tensa y brutal primera escena. Un fugaz y potente soplido extingue una llama revolucionaria, que acaba en sangre. Y anticipa el poder de unos extraterrestres que no se volverá a ver. Es un firme primer paso, seguido de unos créditos iniciales bien aprovechados. Lejos de utilizarlos solo para presentar nombres, hay una serie de imágenes y mensajes expositivos –que se estiran más de la cuenta- que preparan a la audiencia para el salto temporal de cerca de una década, hacia el tiempo en el que se desarrollará la película.
Elipsis mediante nos encontramos con Ashton Sanders (Moonlight) como el adolescente protagonista, quien vive sometido a un permanente estado de vigilancia por pertenecer a una familia de insurrectos. El que le sigue el paso es John Goodman (The Big Lebowski), uno de los malos, quien afortunadamente puede aprovechar las cuestionables decisiones que el guion le lleva a tomar a algunos rebeldes como para no perderles la pista. Si hay una buena idea que tiene la película, es la de instalar a los alienígenas como unos antagonistas inalcanzables, con lo que el conflicto se dirime casi exclusivamente entre humanos. El foco se alterna de un lado y otro de la grieta, los que son disidentes y los que son colaboradores, aliados del régimen invasor que operan en contra de su propia especie.
La premisa tiene potencial, pero la ejecución deja mucho que desear. Le lleva una cantidad grosera de tiempo, de absoluta falta de ritmo, el llegar hacia donde quiere, para que pueda arrancar la película que pareciera que Wyatt quería hacer. Y para ello literalmente tiene que dejar inutilizado a Gabriel, su protagonista, quien básicamente está diseñado para cometer errores que hacen avanzar la trama. A mitad de camino se cambia de marcha y empieza a ejecutarse el plan, uno de esos en los que cada involucrado no tiene un nombre sino un rol, que necesariamente debe cumplir para que el mecanismo siga en marcha. Es un thriller de ciencia ficción, en el que el enemigo es una raza de extraterrestres, pero el planteo es uno propio del cine de espías, como si se viviera en la época de la Guerra Fría. Es un arma de doble filo, también, porque si cada personaje es tan importante como su función, uno no se interesa por ninguno de ellos. Son peones prescindibles en un escenario que los excede a todos. No hay empatía más que con la causa.
Y sin embargo, no es el principal problema de Captive State. Es uno de los tantos, pero el más grave creo que es el sopor en que la película está inmersa básicamente desde el comienzo. No pareciera posible hacer un film aburrido acerca de una invasión alienígena, pero Rupert Wyatt lo logró con creces. Se apela a cierta música trepidante para acompañar algunas escenas y que todo se perciba más ágil de lo que en verdad es, pero no hay caso. Hay ciertos conceptos que pareciera querer abordar en relación a libertades civiles, sociedades autoritarias. De hecho el enemigo bien podría ser simplemente otra nación invasora, no una amenaza de otro planeta cuyo poder no se termina de dimensionar y que parecen fácilmente destruibles. Ni hablar que desaprovechar por completo a una actriz como Vera Farmiga debería ser castigado.
Captive State tiene un gran final, en comparación a lo que es el desarrollo de la película. Es un cierre emotivo, más de lo que el film se merecía. Claro que genera tantas dudas que podría inducir a un sinsentido paralizante. Pero se lo acepta y se lo agradece. Lamentablemente es muy poco y muy tarde.
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