Robin de Locksley es un noble reclutado por las campañas de las cruzadas. Alejado de su tierra en la «Guerra Santa», es dado por muerto y sus tierras le son usurpadas. Al volver se encuentra con un Nottingham devastado y saqueado por el malvado Sheriff. La historia la conocemos de memoria, la vimos en versiones animadas, en sátiras, en dramas o en comedias. Parece que a alguien se le ocurrió que nunca había salido una que fuera todos los géneros juntos y decidió que era tiempo de hacerla. Robin Hood está dirigida por Otto Bathurst y es una mezcla de todo, que no termina de funcionar pero que entretiene.
Esta nueva interpretación del héroe popular nos presenta a un Robin (Taron Egerton) joven, despreocupado, pero sobre todo enamorado de Marian (Eve Hewson), quien es arrastrado a la guerra. Después de tres años peleando en otro continente, es enviado de vuelta a Inglaterra por haber defendido a un moro. Pero no a cualquiera, no, al hijo de uno que intentó asesinarlo. Sus compañeros ven esto como una traición y lo suben al primer barco que sale para la isla. Lo que él no sabe es que en ese barco va de polizón quien quiso matarlo. Cuando llega se encuentra con una Nottingham sumida en la pobreza, devastada por los tiranos impuestos del sheriff (Ben Mendelsohn) para financiar la cruzada, que sus tierras fueron subastadas al darlo por muerto y que, por esta noticia, Marian siguió con su vida y ahora está con Will Scarlet (Jamie Dornan). Entre la desesperación y la angustia, se encuentra con ese polizón (Jamie Foxx) –a quién decide llamar John porque su nombre real es demasiado difícil de pronunciar- que una vez quiso matarlo pero que ahora se alía con él por haber intentado salvar a su hijo y le promete que lo ayudará a buscar venganza.
La trama es más rebuscada que la de otras versiones y esto podría haber sido un sello distintivo que la ayude a diferenciarse de las demás adaptaciones, dándole una marca propia. Pero para que esto pasara, el guion debería haber estado a la altura y eso no sucede. La película está plagada de clichés y no sólo por ser otra adaptación de la leyenda, sino porque recurre a casi todos los lugares comunes de estas historias. Villanos sobre expositivos que monologan sobre sus planes malignos, con diálogos que parecen escritos con el predictivo del teclado, una historia de amor que, por más que es la definición de canon romántico de ficción, es forzada por la inexistente química entre Egerton y Hewson –que se debe a la olvidable interpretación de ella-. El personaje de Dornan es reescrito para que sea funcional a una posible secuela y en el camino se desarma por completo a Scarlet y lo único que lo puede llegar a acercar al de las leyendas es el nombre. La película también intenta jugar con el diseño de producción, agregándole una estética moderna a la vestimenta del siglo XII, al estilo de A Knight’s Tale. La diferencia con esta es que ni siquiera se comprometieron del todo con ello, por momentos está muy bien, pero en otros directamente vemos a Robin entrenar con una camiseta de morley cocida con una Singer.
Puede parecer que no, por todo lo dicho antes, pero esta película es entretenida y tiene cosas que pueden destacarse. Las actuaciones de Taron Egerton y Jamie Foxx están entre las primeras. Si bien en ocasiones mucho no pueden hacer con las líneas que se les dan, ambos tienen un carisma que compensa ese pobre guion. Las secuencias de acción que los tienen como protagonistas y el necesario montaje de entrenamiento son, sin lugar a dudas, los puntos más altos del film. Por otro lado, Ben Mendelsohn sigue agregando grandes villanos a su repertorio. Es difícil pensar en el sheriff de Nottingham sin imaginar casi al instante a un Hans Grubber en cota de malla, y si bien el estilo de la película es muy diferente, el australiano hace una gran interpretación y es, sin lugar a dudas, una de las pocas cosas que podemos clasificar como buenas de esta versión.
No aporta nada nuevo a la leyenda ni a la mitología, no era necesaria y lo más probable es que pase sin pena ni gloria. Más allá del guion pobre y básico, de actuaciones mediocres por parte de Dornan y Hewson o grandes incongruencias en cuanto a la estética; es imposible no reconocer que Robin Hood entretiene y divierte. Se deja ver, y si lo que se busca es desconectar, no pensar mucho y reírse un poco, esta es una buena opción. Pero si van buscando algo más, mejor busquen por otro lado.
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