Crítica de Juliet, Naked / Amor de Vinilo

Annie está atascada en una relación con Duncan, un obsesivo del reservado rockero Tucker Crowe. Cuando aparece un demo del disco que este lanzó hace 25 años, eso conduce a un encuentro transformador con el elusivo músico.

Juliet, Naked

Este 2018 ve el resurgimiento de la comedia romántica como el querido subgénero que es, recuperando un lugar de privilegio que tuvo por años y que en el último tiempo se perdió. The Big Sick es la primera gran apuesta que se viene a la mente de estos tiempos, con nominación al Oscar incluida, pero mucho de la vuelta de este tipo de proyectos se atribuye a Netflix. Quienes trabajan en el gigante del streaming se dieron cuenta que el usuario estaba revisitando clásicos, con lo que había público al que darle contenido nuevo y así es que llegaron las sólidas Set it Up o To All the Boys I’ve Loved Before, que ratificaron que el formato estaba vivo. Bien se lo puede comprobar con el estreno de Juliet, Naked, que se beneficia de un gran trío protagonista y especialmente de esa gran actriz que es Rose Byrne.

Ella encarna a Annie, quien trabaja como curadora en el museo local de su ciudad costera, una en la que no ocurre demasiado y que no ayuda a fortalecer ese revestimiento que se resquebraja en su fachada. Desde hace años convive con Duncan, su pareja, quien alimenta esa sensación de estancamiento. Los años de acalorados debates universitarios dieron lugar a una vida apacible y carente de emociones, con 15 años que se escaparon de los dedos y la sensación de que no tiene nada que exhibir. La falta de hijos carga un peso adicional sobre nuestra protagonista, quien ha visto cómo una de las pasiones de su novio se convertía en una malsana obsesión. Duncan es fanático de Tucker Crowe, un elusivo músico indie que desde hace tiempo no aparece, y modera una comunidad de adultos como él que día a día formulan nuevas teorías sobre su obra, sobre su vida y sobre su desaparición.

Juliet, Naked

El surgimiento de un demo inédito es el disparador de todo. De Annie tomando las riendas de su vida al hacerse escuchar, algo que su novio había dejado de hacer tiempo atrás. De Duncan enfrascándose todavía más en su fanatismo tóxico –la película tiene algo que decir sobre este tópico tan actual y lo hace bien-, al punto de distanciarse de la mujer que ¿amaba? Y, por supuesto, de la aparición del mismísimo Tucker Crowe, encarnado por ese grande que es Ethan Hawke. Sin el reconocimiento de la Academia o el éxito de sus coetáneos, el actor se ha vuelto una suerte de faro generacional y este nuevo papel entra exactamente en ese molde. Un músico indie que cobró cierta fama en los ’90 y desde entonces desapareció del radar parece una progresión natural a ese Troy Dyer que le hablaba a la Generación X de Reality Bites.

Después de algunos años dedicado a la televisión, con episodios de GLOW, Girls, Divorce y más, Jesse Peretz volvió a la dirección cinematográfica a siete años de Our Idiot Brother (2011). Lo hace a partir de un guión de su hermana Evgenia, junto a Tamara Jenkins (The Savages) y el ganador del Oscar Jim Taylor (Sideways, Election), basándose en la novela homónima de Nick Hornby (About a Boy, High Fidelity). Es la figura de Tucker Crowe la que presenta los elementos más distintivos dentro de una historia que, fuera de eso, transita por aguas conocidas -se pueden reconocer muchos aspectos que conectan con el resto de la obra del autor, sobre todo en materia de música y paternidad-. Las incógnitas sobre su vida, la desilusión en torno a ella, su familia y demás elementos de la existencia de este ícono indie son los aspectos que distinguen a Juliet, Naked. Ni hablar de que es el ídolo máximo del personaje de Chris O’Dowd, quien ve algo en Annie que él no.

El propio planteo es terreno fértil para la comedia y el trío de protagonistas se divierte frente a cámaras. Hawke, O’Dowd y Byrne son los puntos altos que la elevan sobre la media, especialmente la última. La australiana desde hace algunos años que está en proceso de consolidarse como un rostro fuerte del humor, con proyectos de alto perfil en el género y con cambios de registro que le permiten abrir sus brazos hacia títulos más exigentes. En Juliet, Naked brilla y resulta insólito que alguien pueda ser tan obtuso como para no prestarle la atención que se merece. Afortunadamente hay alguien que lo hace y da pie a una comedia romántica tradicional, pero no por eso menos satisfactoria.

estrella35

 

 

 

 

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