En tiempos en los que se piensa en universos cinematográficos y en los que se aprueba un proyecto en base a la cantidad de secuelas que puede tener, The Conjuring es un concepto fértil que en las manos capaces de James Wan puede dar lugar a una larga lista de títulos. Los investigadores de lo paranormal no son ninguna novedad en el medio, pero el realizador abrió el juego como para que su labor no se viera limitada a un único caso o película y, en lo que supone un recurso todavía más brillante, para que se pueda explorar la historia de las figuras demoníacas a las que se enfrentan. The Nun viene a expandir este armado colectivo y las expectativas estaban altas, sobre todo después de que Annabelle: Creation pareció demostrar que finalmente se había encontrado el rumbo. Más en la línea de la primera producción de la muñeca diabólica que en la segunda, este nuevo desprendimiento carece de sustancia y quiere compensarlo a base de un estado de susto permanente que no le funciona.
La película de David F. Sandberg del 2017 florecía al seguir la línea pautada por el cineasta malayo en sus dos entregas dentro de la franquicia. Había, sobre todas las cosas, una firme construcción de la atmósfera, con mayor interés en generar un nivel constante de intranquilidad que en el sobresalto momentáneo. Corin Hardy (The Hallow) pareciera querer ir en contra de esa noción, cargando a su película de jump scares mayormente intrascendentes. La campaña promocional tuvo su basamento en un susto diseñado con destreza, capaz de alarmar a cualquiera, y generó una falsa impresión de que podíamos llegar a estar en presencia de algo diferente. Hereditary y A Quiet Place son ejemplos de un 2018 de grandes entregas de terror de alto perfil y quizás The Nun fuera en ese rumbo, sobre todo cuando emulaba a The Exorcist desde la cartelería.
Nada de eso se ve en este spin-off, al punto de que dicha secuencia es de lo mejor que tiene para ofrecer pero con un impacto considerablemente menor. Sigue estando bien armada, pero es una más dentro de una larga lista en la que no todas funcionan. Hay que generar el clima para que opere el miedo. Una historia de terror se va construyendo de a poco para lograr que en el momento justo uno se sobresalte. Hardy apela a otro tipo de aproximación que no le sirve, la de un susto atrás del otro. Y hay que decir que se ve una buena predisposición por parte del director para lograr que estos sean lo mejor posible, a veces con un interés por seguir una ruta más artesanal utilizando movimientos de cámara, juegos con los espejos y escenarios cargados de imaginería tétrica. Pero muchas veces menos es más.
Demián Bichir (The Hateful Eight) y Taissa Farmiga (The Final Girls), la hermana menor de Vera –quien encabeza la franquicia-, llegan a una abadía rumana para investigar el reciente suicidio de una monja. A los 15 minutos de película ya están adentro del lugar y experimentan los terrores que el demonio Valak les tiene preparados. Esa presencia que generaba pesadillas desde un cuadro o al fondo de un pasillo en The Conjuring 2, aquí ve su potencial totalmente socavado volviéndose una fuerza de choque omnisciente. Y el guión de Gary Dauberman (It) no hace ningún favor, al elegir un compendio de lugares comunes como las piezas de su historia. Sí, algunos sustos están bien hechos, el elenco cumple y hay un buen diseño de producción, pero todo cae en saco roto. A la noción del jump scare en continuado y lo trillado, hay que sumar otras cuestiones como el intento absurdo de explicar a esta entidad maligna y el cómo combatirla, así como también la aparición de personajes que desaparecen sin más, no sin antes tener largas conversaciones con los protagonistas, lo que profundiza un sentimiento de confusión y de que no se le supo encontrar la vuelta a la historia que se podía contar con todas estas herramientas.
Ni hablar de que empieza y termina con The Conjuring, como para darle un cierre al círculo que nadie solicitó, lo que demuestra una aproximación servil que la franquicia debería evitar. Si este universo existe es porque la primera fue una gran película, que logró ser un éxito de taquilla a la vez que entregó una propuesta de alta calidad. Eso último es lo primero que no se debe perder de vista.
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